sábado, 14 de mayo de 2016

a propósito de Chance the Rapper


I dont' make songs for free
I make them for freedom
Don't believe in kings

Hace varios años, determinado episodio de Reflexiones de repronto me hizo pensar en la inexistencia de una auténtica cinematografía de izquierdas fuera de los países en los que ha triunfado esa ideología (y tampoco estoy seguro en este caso, el cine soviético o cubano son lagunas que comparto con casi cualquier occidental). Existen muchísimos ejemplos de cine realizado por izquierdistas más o menos radicales de carácter maoista o marxista-leninista (el cine de autor europeo de los 60 con Antonioni, Godard, Pasolini y un larguísimo etcétera son los menos sutiles) pero en muy pocas ocasiones estas películas apelan a un público generalista tanto como a la llamada gauche divine, la izquierda burguesa e intelectual. Algunos títulos que se me vienen a la mente de cine sobre el noventa y nueve por ciento que realmente disfruta (o tiene potencial de ser disfrutado por) el noventa y nueve por ciento son Están vivos, de Carpenter, Rompenieves (creo que todo el mundo la conoce como Snowpiercer, pero bueno) de Bong Joon-ho y estaría dispuesto a argumentar que es una corriente más de moda que nunca gracias a las películas de Marvel.

Pero mi favorita sería, casi sin lugar a dudas, Rebobine, por favor, la película de Michel Gondry (más famoso por ¡Olvídate de mí! o por sus geniales videoclips) protagonizada por Jack Black y Mos Def. En ella aparece un videoclub de Nueva Jersey, una especie de institución del barrio, que se ve abocado a la ruina al no haber sabido trasladar adecuadamente su catálogo al DVD y ante el acoso y derribo de las grandes compañías que coparon el mundo del videoclub hasta hace bien poco. Además de esto, durante una ausencia del jefe, el mejor amigo del regente del establecimiento borra por accidente el contenido de todas las cintas de vídeo. Intentando que todo parezca normal, y aprovechando el escasísimo tráfico de clientes, deciden regrabar las películas con medios caseros y ellos mismos como protagonistas. Pronto, como es lógico, el engaño se destapa, pero lejos de provocar ira en los consumidores, se ven atraídos en masa hacia esas ingeniosas versiones hasta llegar a oídos de los estudios cinematográficos, que se unen para reclamar una millonaria retribución en concepto de derechos de autor. Ante la imposibilidad de pagar la demanda (y el inminente desahucio del videoclub), al personaje de Mos Def se le ocurre realizar un largometraje original sobre la vida del pianista Fats Waller (que, según falsas leyendas, había nacido en ese mismo establecimiento) con la colaboración de todo el barrio.

El tema de Rebobine, por favor es, mayormente, el amor al cine, pero no hace falta indagar mucho para encontrar ideas sobre la comunidad versus malvadas multinacionales sin rostro, la capacidad (y hasta la obligación) de la gente común de crear sus propias narrativas e iconos e incluso la desestimación del concepto individualista de "autor" cinematográfico para pasar a una aproximación a la obra desde un punto de vista colectivo.

No sé si Chance the Rapper es mi rapero actual favorito, pero desde luego es el que más me interesa. Al igual que el cine, el hip hop es un medio extraordinariamente masivo en el que las conductas de derechas son exaltadas (comparte el dinero como fin último y el sueño del emprendedor que empezó desde abajo con el neoliberalismo más feroz) y donde un pensamiento divergente es casi imposible de encontrar. No diré que Chance the Rapper es de izquierdas porque, a decir verdad, desconozco la profundidad de sus ideas políticas (o si las ha compartido con el público); creo que, en cierta manera, podría ser descrito como "populista" si esta palabra todavía tuviese sentido.

Chance the Rapper se ha negado a seguir el camino marcado por el rap nortemericano, esto es, sacar una o dos maquetas, ser fichado por una discográfica y hacerte millonario antes de cumplir los veinte. Después de sacar dos mixtapes, 10 Days y Acid Rap (que apareció en la lista de mejores discos del año en AV Club, así es como yo lo conocí, que nadie se piense que sé algo de nada) de gigantesco éxito de crítica y público, decidió juntarse con un enorme grupo de jóvenes artistas de su Chicago natal para hacer música, un grupo llamado Donnie Trumpet and the Social Experiment. Chance, a pesar de ser la estrella, decide alejarse del nombre para dar paso a Donnie Trumpet (el ideólogo) y al Social Experiment (el colectivo). ¿El resultado? Un disco, Surf, y al menos una auténtica gran canción.


Actualmente se encuentra en el pico más alto de su fama -después de haber participado en tres canciones, incluyendo mi favorita de este año Waves, del último disco de Kanye West (que le culpó, y luego agradeció, del retraso que tuvo el álbum), su campaña para conceder mantas y asilo a los sintecho de Chicago durante el invierno, la aparición en el Saturday Night Live como el primer rapero independiente que pasa por ahí y su reciente reunión con el presidente Obama- y esto se puede apreciar en su más reciente trabajo, Coloring Bookdonde colabora gente como Lil Wayne, 2 Chainz, Young Thug, Future, T Pain, Justin Bieber o el mismo Kanye West. Como toda la música que ha hecho hasta ahora, Coloring Book se puede descargarse completamente gratis por Internet, una decisión que le hace imposible ser nominado a un premio Grammy, aunque, como dice en Ultralight Beam, parece que ve más factible hacer música tan buena como para que la Academia modifique las reglas que cambiar él su modelo de distribución.

Tanto en Rebobine, por favor como en Chance the Rapper podemos ver la voluntad de un cambio social mediante la comunidad a un nivel local y a través de actos mínimos. Esto ya no es ni siquiera izquierda, es intentar ayudar a otros seres humanos.

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