domingo, 29 de mayo de 2016

a propósito de Gran Fuerza



De repente, sin previo aviso y sin ninguna clase de hype, Gran fuerza, el segundo disco de Astrud, está en Spotify. Publicado en 2001 por Virgin/Chewaka, producido por los propios Astrud (esto es, Manolo y Genís, santos patrones del indiepop español) y grabado en los estudios de Austrohúngaro, llevaba pseudodesaparecido muchos años; descatalogado por las vías de distribución tradicional, incompleto en Youtube y, por supuesto, ausente en Spotify. Podías intuir el contenido del disco a través de diversas pistas: las canciones versionadas en su álbum recopilatorio Lo nuevo, su actuación en el programa A solas o las caras be que aparecen en el disco de rarezas Algo cambió, pero escuchar ahora Gran fuerza tal y como se concibió sigue siendo sorprendente.

Todavía me quedan semanas de Gran fuerza pero de momento supone un puente lógico y coherente entre la música de discoteca para estudiantes de humanidades más bien tristes de Mi fracaso personal y la mímesis de los Magnetic Fields en Performance, tiene al menos una gran canción a la que era completamente ajeno (Somos el uno para el otro) y ha conseguido que La boda, antes una canción graciosa y poco más para mí, se convierta en algo interesantísimo: una canción sobre el pánico al compromiso ajeno diseñada para ser bailada en el convite de una boda (algo que se pierde en las versiones acústicas).

A decir verdad, no era un disco tan ignoto, podía comprarlo por doce euros de segunda mano, un precio bastante bajo para el afán completista de un loco de Astrud como yo, pero ahora, a toro pasado, supongo que simplemente me fascinaba la idea de un producto cultural no disponible al alcance de mi mano. La atracción que les suponía a nuestros antepasados (desde mis padres hasta, yo qué sé, Da Vinci) las obras inconclusas -el Réquiem de Mozart, el busto de Nefertiti o Tiempo de destrucción- como símbolo de lo que podría haber sido pero no pudo ser por la fatalidad de la muerte, la guerra o el desinterés ha sido sustituido por la obsesión por las obras que existen, están ahí y, sin embargo, no podemos aprehender.

Parece increíble que con la enormidad de Internet, la eficacia de los motores de búsqueda y un mundo entero de gente dispuesta a llenar todo esto de contenidos de calidad sigamos sin poder ver determinadas películas o escuchar determinadas músicas. Para mí esos contenidos podrían haberse calcinado en algún incendio terrible, es como si ya no existieran.

sábado, 14 de mayo de 2016

a propósito de Chance the Rapper


I dont' make songs for free
I make them for freedom
Don't believe in kings

Hace varios años, determinado episodio de Reflexiones de repronto me hizo pensar en la inexistencia de una auténtica cinematografía de izquierdas fuera de los países en los que ha triunfado esa ideología (y tampoco estoy seguro en este caso, el cine soviético o cubano son lagunas que comparto con casi cualquier occidental). Existen muchísimos ejemplos de cine realizado por izquierdistas más o menos radicales de carácter maoista o marxista-leninista (el cine de autor europeo de los 60 con Antonioni, Godard, Pasolini y un larguísimo etcétera son los menos sutiles) pero en muy pocas ocasiones estas películas apelan a un público generalista tanto como a la llamada gauche divine, la izquierda burguesa e intelectual. Algunos títulos que se me vienen a la mente de cine sobre el noventa y nueve por ciento que realmente disfruta (o tiene potencial de ser disfrutado por) el noventa y nueve por ciento son Están vivos, de Carpenter, Rompenieves (creo que todo el mundo la conoce como Snowpiercer, pero bueno) de Bong Joon-ho y estaría dispuesto a argumentar que es una corriente más de moda que nunca gracias a las películas de Marvel.

Pero mi favorita sería, casi sin lugar a dudas, Rebobine, por favor, la película de Michel Gondry (más famoso por ¡Olvídate de mí! o por sus geniales videoclips) protagonizada por Jack Black y Mos Def. En ella aparece un videoclub de Nueva Jersey, una especie de institución del barrio, que se ve abocado a la ruina al no haber sabido trasladar adecuadamente su catálogo al DVD y ante el acoso y derribo de las grandes compañías que coparon el mundo del videoclub hasta hace bien poco. Además de esto, durante una ausencia del jefe, el mejor amigo del regente del establecimiento borra por accidente el contenido de todas las cintas de vídeo. Intentando que todo parezca normal, y aprovechando el escasísimo tráfico de clientes, deciden regrabar las películas con medios caseros y ellos mismos como protagonistas. Pronto, como es lógico, el engaño se destapa, pero lejos de provocar ira en los consumidores, se ven atraídos en masa hacia esas ingeniosas versiones hasta llegar a oídos de los estudios cinematográficos, que se unen para reclamar una millonaria retribución en concepto de derechos de autor. Ante la imposibilidad de pagar la demanda (y el inminente desahucio del videoclub), al personaje de Mos Def se le ocurre realizar un largometraje original sobre la vida del pianista Fats Waller (que, según falsas leyendas, había nacido en ese mismo establecimiento) con la colaboración de todo el barrio.

El tema de Rebobine, por favor es, mayormente, el amor al cine, pero no hace falta indagar mucho para encontrar ideas sobre la comunidad versus malvadas multinacionales sin rostro, la capacidad (y hasta la obligación) de la gente común de crear sus propias narrativas e iconos e incluso la desestimación del concepto individualista de "autor" cinematográfico para pasar a una aproximación a la obra desde un punto de vista colectivo.

No sé si Chance the Rapper es mi rapero actual favorito, pero desde luego es el que más me interesa. Al igual que el cine, el hip hop es un medio extraordinariamente masivo en el que las conductas de derechas son exaltadas (comparte el dinero como fin último y el sueño del emprendedor que empezó desde abajo con el neoliberalismo más feroz) y donde un pensamiento divergente es casi imposible de encontrar. No diré que Chance the Rapper es de izquierdas porque, a decir verdad, desconozco la profundidad de sus ideas políticas (o si las ha compartido con el público); creo que, en cierta manera, podría ser descrito como "populista" si esta palabra todavía tuviese sentido.

Chance the Rapper se ha negado a seguir el camino marcado por el rap nortemericano, esto es, sacar una o dos maquetas, ser fichado por una discográfica y hacerte millonario antes de cumplir los veinte. Después de sacar dos mixtapes, 10 Days y Acid Rap (que apareció en la lista de mejores discos del año en AV Club, así es como yo lo conocí, que nadie se piense que sé algo de nada) de gigantesco éxito de crítica y público, decidió juntarse con un enorme grupo de jóvenes artistas de su Chicago natal para hacer música, un grupo llamado Donnie Trumpet and the Social Experiment. Chance, a pesar de ser la estrella, decide alejarse del nombre para dar paso a Donnie Trumpet (el ideólogo) y al Social Experiment (el colectivo). ¿El resultado? Un disco, Surf, y al menos una auténtica gran canción.


Actualmente se encuentra en el pico más alto de su fama -después de haber participado en tres canciones, incluyendo mi favorita de este año Waves, del último disco de Kanye West (que le culpó, y luego agradeció, del retraso que tuvo el álbum), su campaña para conceder mantas y asilo a los sintecho de Chicago durante el invierno, la aparición en el Saturday Night Live como el primer rapero independiente que pasa por ahí y su reciente reunión con el presidente Obama- y esto se puede apreciar en su más reciente trabajo, Coloring Bookdonde colabora gente como Lil Wayne, 2 Chainz, Young Thug, Future, T Pain, Justin Bieber o el mismo Kanye West. Como toda la música que ha hecho hasta ahora, Coloring Book se puede descargarse completamente gratis por Internet, una decisión que le hace imposible ser nominado a un premio Grammy, aunque, como dice en Ultralight Beam, parece que ve más factible hacer música tan buena como para que la Academia modifique las reglas que cambiar él su modelo de distribución.

Tanto en Rebobine, por favor como en Chance the Rapper podemos ver la voluntad de un cambio social mediante la comunidad a un nivel local y a través de actos mínimos. Esto ya no es ni siquiera izquierda, es intentar ayudar a otros seres humanos.

jueves, 12 de mayo de 2016

a propósito de Papa Razzi and the Photogs


Una de las cosas más maravillosas de la vida en el 2016 es la disposición de casi todo el mundo (y es una cifra que no para de aumentar) a Internet. Otra de las mejores cosas es que en ese grupo de personas se incluyan tantísimos dementes. Hace un par de años descubrí de casualidad, buscando en Spotify una playlist de Open Culture que incluía las canciones de las películas de Wes Anderson, llegué a una canción llamada My Song About Wes Anderson, incluida en el álbum Finally! A Bunch of Songs About Movie Directors de una misteriosa banda llamada Papa Razzi and the Photogs.

Finally! A Bunch of Songs About Movie Directors es un disco de ochenta y tres canciones dedicadas a distintos directores de cine de las cuales solo cinco (Nolan, Fincher, Garry Marshall, Apatow y Woody Allen) superan los dos minutos. En ellas podemos apreciar a un hombre con un particular estilo para cantar y un piano. Investigando un poco la página de Spotify de Papa Razzi se descubren decenas de discos de alrededor de las ochenta canciones sobre personas famosas (en 2014 sacó un disco llamado U.S. Senators), pero esto es solo el principio. El hombre detrás de Papa Razzi and the Photogs es Matt Farley y en su web presume de haber escrito más de dieciocho mil canciones. Otros seudónimos que ha adoptado a lo largo de su carrera musical incluyen The Hungry Food Band (con canciones sobre comida), The Singing Animal Lover (sobre animales), The Guy Who Sings Your Name Over and Over, The Odd Guy Who Sings About Poop, Puke and Pee, The Paranormal Song Warrior y un largo etcétera. Además, ha dirigido varios largometrajes que aún no he podido disfrutar, muchos de los cuales pueden verse en Youtube.

Está claro que Matt Farley es una persona extremadamente creativa pero también es un interesante hombre de negocios. Su método de escribir canciones sobre absolutamente todo parte, al parecer, del hecho de que la gente busca cosas que le gustan en iTunes; si estás dispuesto a comprar una canción sobre algún interés tuyo, lo más probable es que Farley haya escrito sobre ello. El año pasado estableció el tres de junio (su cumpleaños) como el día oficial de Motern Media (su empresa) y sugiere celebrarlo escuchando una playlist de seis horas con sus doscientas mejores canciones. Cada vez que alguien escucha la lista entera él gana un dólar y el año pasado completaron el reto trescientas cincuenta personas.

Afirma que si para 2018 (cuando haya escrito veinte mil canciones) no ha conseguido "serious money" abandonará la música pero pese a su juventud habrá dejado un legado mucho mayor y más interesante que lo que podremos hacer cualquiera de nosotros.


domingo, 8 de mayo de 2016

a propósito del SOS 4.8 2016



1. YO FUI UN VOLUNTARIO POSADOLESCENTE



Ya que la organización del SOS no consideró Movidas un medio lo suficiente apto como para concederme una acreditación de prensa que me permitiese asistir de forma "gratuita" al festival (como si este tiempo que dedico a redactar la crónica no costase dinero), decidí presentarme como voluntario a través de la Universidad de Murcia a cambio de una pulserita rosa bastante más bonita que la del abono convencional, una camiseta rosa con un "VOLUNTARIO" (cambiado por "VOLUNTARIⒶ" por unas cuantas voluntarias de tendencias, intuyo, anarquistas y/o feministas) blanco en el pecho que todavía no sé si es lícito usar en mi vida cotidiana (se agradece la opinión vía comentario en el blog o conversación más o menos tradicional), unas gafas de sol de Estrella Levante de montura plástica imitando el color de la madera, una bolsa de tela promocional de ecoembes y un par de bocatas bastante sosos (y quince horas de trabajo).

Dado todo el tiempo que pasé con mi labor de voluntario, quizás debería fingir que fue una fiesta, me lo pasé genial y recomiendo a todo el mundo que siga mis pasos cuando le sea posible, pero tengo prohibido mentir en este blog. El trabajo es una lacra y espero que de aquí a diez años haya sido erradicado por completo y si no ha sido una experiencia desagradable ha sido por lo reconfortante que puede resultar ser incompetente

Mi primera jornada consistió en colocar pulseras a la gente. Desde ahí saboteé como pude a la organización a través de abonos lo suficientemente sueltos como para pasarlos a otros seres humanos sin excesiva dificultad y consejos más bien inútiles sobre esconder comida y bebida. Una señora mayor que fumaba un cigarro electrónico se puso a ligar conmigo (yo me dejé querer, obviamente, estaba aburrido), me dieron besos un montón de hombres borrachos, convencí a mis superiores de que tenía un tabaquismo extremo para escaquearme de vez en cuando con la excusa de tener que saciarlo y oí a una chica decir, sin un ápice de ironía, "la que he liao, pollito". Me colocaron al lado de un estudiante de derecho de intereses más bien metaleros bastante simpático que me ofreció un puesto de bajista en su grupo (seguiremos informando) y, según mis cálculos rudimentarios, coloqué una pulsera cada cinco minutos. La segunda fue más interesante, se basó en colocar pegatinas en contenedores, entregar bolsas de basura a las carpas donde sirven bebidas, observar fijamente a Blonde Redhead mientras ensayaban y quejarme mucho, junto a mi querida compañera estudiante de turismo, de todo lo que habíamos tenido que trabajar y lo tarde que nos hacían salir.

Mi conclusión personal es que si tenéis dinero no hagáis el gilipollas como yo y compraos la entrada y disfrutad de 48 horas de música, arte y sostenibilidad de la forma más sana que podáis. Si no os apetece el gasto, el voluntariado es una alternativa guay. Yo soy, con diferencia, la persona que peor se lo pasó de todas con las que hablé y hasta a mí, tan vago y tan mustio, me pareció una experiencia interesante.

2. BREVÍSIMAS RESEÑAS DE DETERMINADOS CONCIERTOS




Belize 
No había escuchado su música antes ni tengo mucho interés en hacerlo después pero me pareció bastante divertida su actuación. Contaron con el factor "concierto de día", que a mí me parece terriblemente estético. Una desconocida me dijo más adelante que me parezco al cantante así que se llevan el premio ~movidas~ al grupo más guapo del festival.

CHVRCHES
Amo con todo mi corazón su primer disco y creo que no han conseguido el éxito que merecen a nivel popular. Para mí, en un mundo en el que las cosas fueran bien, varias canciones suyas serían tan conocidas como Kids de MGMT u otros hitos del tecnopop alternativo. Los tres miembros llenaron un escenario en el que cabe toda la población andorrana y mi única queja es que me di cuenta de que sus canciones son mucho menos bailables de lo que me parecían en mi cabeza. ¡La culpa es mía!

Matt and Kim
Su compromiso con divertir a la gente y alejarse de los códigos más estrictos del indie sampleando y versionando grandes éxitos de la música de baile contemporánea es admirable. Hay que amar a los grupos de dos personas.

Addictive TV
Está guay para el desfase, no sé si hacen otra cosa aparte de venir al SOS. (Recomiendo echarle un ojo a sus vídeos de Youtube porque es bastante interesante)

The Suicide of Western Culture
El momento más combativo de todo el festival, dos tíos haciendo ruidos sin parar con un montaje de vídeo de temática guerracivilista. Me da la impresión de que esta gente comparte mi ideología de que el noise es el camino más corto al misticismo y su concierto se me hizo extremadamente corto.

Blonde Redhead
Decepcionante.

Amaral
Un gran concierto por parte de gente muy profesional y muy talentosa que a mí, en general, me da un poco igual.

Triángulo de Amor Bizarro
Este grupo es la razón por la que soy incapaz de meterme con los grupos de fans de Gemeliers o similares. Su discografía, llena de imágenes y texturas que resuenan de forma muy intensa en mí por razones mutables ("llevar navaja siempre es conveniente" me recuerda a cuando vivía en Madrid y guardaba siempre una navaja porque mi padre me lo había recomendado así, El fantasma de la transición es, simplemente, la canción que mejor ha entendido cómo es mi persona en momentos determinados de mi vida) representa para mí la abstracción y la Verdad que, intuyo, poseen determinados textos religiosos para otras personas y, aunque su setlist estuviese empeñada en tocar algunas de mis canciones menos favoritas del último disco, su directo es, como mínimo, igual de potente, salvaje y sensible que el de hace dos años, la última vez que vinieron por aquí. De verdad que no sé cuánto tiempo hacía que no estaba tan bien en un sitio.