miércoles, 14 de diciembre de 2016

a propósito de mis tres audiovisuales favoritos del 2016


Ya he hablado de mis películas favoritas de este año, pero los desvaríos de la modernidad hacen que las piezas audiovisuales que más me han marcado, las que más he podido disfrutar, no sean películas, sino otra cosa. Webseries, cortos para televisión o remezclas de memes en youtube, estas obras son interesantes porque se salen completamente de los márgenes que propone la industria del entretenimiento mainstream, copos de nieve completamente impredecibles e incorruptos. Hablemos.

1. This House Has People in It (Alan Resnick)
Estrenado el 15 de marzo a las cuatro de la mañana en el canal norteamericano [adult swim], este corto de terror llamó la atención rápidamente. En él podemos ver el metraje de unas cámaras de vigilancia en una casa de una familia aparentemente normal, una casa en las que unos padres discuten sobre el destino de vacaciones y un niño se prepara para su fiesta de cumpleaños. Entonces empiezan a pasar cosas raras.


Pese a durar poco más de diez minutos, hay todo un mundo detrás, desde la web de la compañía de seguridad hasta el programa que ponen en televisión durante el vídeo. Internet está plagado de teorías y recopilaciones de datos (este vídeo es el más completo, diría) que hacen parecer This House Has People in It como un puzle muy entretenido y bien armado. Pero esto es algo más, es un corto en el que todos los elementos (la arquitectura, la calidad de imagen, los zooms sutiles...) están destinados a aterrar al espectador, un corto sobre la falsa sensación de seguridad que nos hemos creado (a través de nuestros barrios residenciales y cámaras de vigilancias), la locura, la obsesión y la necesidad de racionalizar nuestros temores. Verlo y reverlo en busca de detalles, algo donde agarrarme, ha sido una experiencia totalmente desoladora. Porque detrás no hay nada claro, nada que pillar.

2. Horace and Pete (Louis C. K.)
Una de las grandes estrellas del monólogo estadounidense, creador de la aclamadísima serie de televisión Louie, pionero de la venta online de sus propios espectáculos y salvador personal de Marcelo García escribe, dirige, protagoniza y produce su propia serie y la pone a la venta en su página web. El resultado te sorprenderá.


Louis C.K. realiza un ejercicio casi suicida, trasladando su vena depresiva a una sitcom (?) rodada en directo con tres cámaras, a la manera de los viejos tiempos. Así como Louie es una versión posmoderna de Seinfeld, Horace and Pete podría ser un remake de Cheers si en Cheers se hablase con frecuencia de enfermedades mentales, abusos paternos, las elecciones norteamericanas o la transfobia. Al partir de una independencia total, la serie se permite movimientos casi inéditos en televisión, con diez capítulos oscilando entre los 30 y 67 minutos, la textura de la multicámara contrastando con una estética de serie dramática o el episodio basado exclusivamente en una conversación de cuarenta minutos a solas entre el protagonista y su exmujer. Cuenta con gente como Steve Buscemi, Jessica Lange o Alan Alda en su reparto habitual y es perfecta para la gente que encuentra belleza y humor en lo deprimente.

3. Dat Boi... (vaporwave edition) Longer version
Algún día escribiré sobre Dat Boi y sobre el vapourwave pero de momento disfrutemos de esto. Podéis pasarme los memes que queráis siempre.


martes, 13 de diciembre de 2016

a propósito de las mejores películas del 2016


Hacer listas de mejores películas es una actividad más bien tonta. El arte no está basado (o no creo que esté basado) en criterios fijos y objetivos, sino que cada obra crea sus propios criterios a la hora de ser juzgada. Es, también, un entretenimiento que puede llegar a extremos vergonzosos, algo de lo que me he dado cuenta revisando listas que hice en letterboxd en años pasados y meditando cuánto me vienen a la mente Spring Breakers o Unfriended y lo poco que pienso ahora mismo en Whiplash, Pero es, al fin y al cabo, un entretenimiento: a mí me gusta hablar de películas y (me consta) hay gente que disfruta leyendo sobre ellas y, me gusta imaginar, descubriendo cosas que no conocía o incluso pensando en ellas de una forma nueva. Dicho esto, procedamos al canónico top 10 de cine estrenado este año en España.


1. La bruja (The VVitch, Robert Eggers)
En La bruja, una familia tan puritana que el resto de puritanos la echa del pueblo se enfrenta a males tangibles, el hambre, el aislamiento, la desaparición de un hijo. El método que encuentra el sistema patriarcal de valores y creencias de mantenerse a sí mismo es autoconvencerse de que están siendo asolados por brujas y de que probablemente una de ellas es su propia hija. A partir de ahí asistimos al derrumbe de la autoridad cristiana y la figura del padre, incapaz de solucionar los problemas que él mismo ha provocado. Una película con algunas de las escenas más terroríficas que he visto nunca, con una atención detallista a la veracidad histórica (cuenta la leyenda que está basada en un collage de declaraciones de mujeres condenadas por brujería), alabada por la Iglesia de Satán y, sin duda, la más goyesca del año.


2. La academia de las musas (Jose Luis Guerín)
Una película sobre cómo el mundo académico utiliza toda su palabrería para enmascarar el absurdo humano y cómo acaba siempre haciendo el ridículo. Con una textura plástica muy interesante, es inmensamente pedante y extraordinariamente graciosa.


3. Carol (Todd Haynes)
La carrera de Todd Haynes se ha basado, casi siempre, en relecturas de historias y estructuras pasadas. En 1952, durante la era dorada de los melodramas en tecnicolor de Douglas Sirk o Nicholas Ray, Patricia Highsmith publicó bajo seudónimo la novela El precio de la sal. Pese al éxito de Extraños en un tren, basado en una obra anterior de Highsmith, la adaptación al cine de esta novela de tema homosexual resultaba imposible en el Hollywood de los 50. Lo que hace Haynes es, ni más ni menos, concederle a Highsmith la dignidad de una película de Douglas Sirk, aunque sea sesenta años tarde, en el mundo digital y con actrices mucho mejores pero con toda su exaltación y su elegancia. No es poco.


4. Hypernormalisation (Adam Curtis)
¿Por qué no entiendes qué pasa en Siria? ¿Por qué en internet nunca parece que vaya a ganar las elecciones la gente que gana elecciones? ¿Qué tienen que ver el punk ruso de los ochenta o las oleadas de avistamientos ovni con todo esto? Una obra monumental sobre el 2016 y cómo hemos construido un mundo en el que la mentira y la verdad son indistinguibles.


5. Elle (Paul Verhoeven)
Verhoeven vuelve al cine después de muchos años, después de haber conseguido algunos de los grandes taquillazos de los 90 (y haber dirigido la película más cara de su tiempo), mezclando su iconoclastia y afán provocador tan poco y mal entendido en Estados Unidos con Francia y el mundo burgués que suele reflejar su cinematografía nacional. Y vuelve hablando de violaciones y masoquismo, temas esquivados (con mucha razón) por casi cualquier otra persona haciendo cine y de los que consigue salir airoso con tres o cuatro saltos mortales.


6. Ahora sí, antes no (Right Now, Wront Then, Hong Sang-soo)
Cuando conoces a alguien las cosas pueden ir bien o mal, y a lo mejor alguno de los dos tenéis la culpa o a lo mejor no. Para experimentar lo que te está contando Ahora sí, antes no, para sentir su ritmo calmado, sus situaciones naturales y su belleza tan sencilla, hay que verla.


7. Calle Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, Dan Trachtenberg)
Para mí, la gran sorpresa del año. Una exploración de la intrahistoria del apocalipsis minimalista pero que explota al máximo sus recursos. Posiblemente lo más cerca que vayamos a estar de una adaptación del videojuego Portal y la consolidación de Mary Elizabeth Winstead como actriz que vale para TODO. (No veáis tráilers)


8. Dos buenos tipos (The Nice Guys, Shane Black)
Pese a ser solo la tercera película como director (después de las fantásticas Kiss, Kiss, Bang, Bang y Iron Man 3), Shane Black lleva una muy larga carrera como guionista que comienza con Arma letal, en 1987 y pasa por cosas como El último boy scout. No creo que alguien pudiese hacer una película tan divertida como Dos buenos tipos sin haberse pasado treinta años en lo alto del cine de acción.


9. Anomalisa (Charlie Kauffman)
En uno de los guiones más sencillos de Kauffman, un motivador profesional se encuentra solo y aislado en una habitación de hotel viendo cómo todo el mundo parece tener la misma cara y voz. Al mismo tiempo una fábula sobre los peligros de ser un gilipollas que se cree algo y una exaltación de ser un gilipollas que se cree algo.


10. Todos queremos algo (Everybody Wants Some!, Richard Linklater)
El gran talento de Linklater es encontrar belleza en lo más real y mundano y, solo en ocasiones, hacer que nos fijemos en el mundo que nos rodea de otra manera. Everybody Wants Some! es igual que estar con tu grupo de amigos, con todo los micromachismos y las tonterías que eso conlleva pero también con las risas y la camaradería.

Menciones especiales: El porvenir (L'avenirMia Hansen-Løve), La llegada (Arrival, Denis Villeneuve), ¡Ave, César! (Hail, Caesar!, Hermanos Coen), High-Rise (Ben Wheatley), Los odiosos ocho (Hateful Eight, Quentin Tarantino)


No he podido ver (y pienso que podrían haber entrado): Cemetery of Splendour (Apichatpong Weerasethakul), Paterson (Jim Jarmusch), The Handmaiden (Park Chan Wok) y Toni Erdmann (Maren Ade)

Sin fecha prevista para su estreno en España pero enormemente disfrutadas por la redacción de El movidote: Swiss Army Man (Daniels) y, sobre todo, Certain Women (Kelly Reichardt)

(estaría guay que me comentaseis cuáles son vuestras favoritas, por aquí o en la vida real o como sea)

sábado, 19 de noviembre de 2016

las movidas del cine: a propósito de U.S. Go Home (1994)


A lo largo de la historia del cine adolescente se ha utilizado la idea de La Fiesta como punto de inflexión entre la infancia y la madurez: la primera borrachera, el primer encuentro sexual, el primer choque contra las fuerzas del orden... Como cualquier otro tópico, ha tenido usos peores y mejores (hay que hablar siempre que sea posible de Supersalidos, pero también de Movida del 76 No puedo esperar, por ejemplo), y, como cualquier otro tópico, es fundamentalmente falso. La vida, la vida corriente, no cambia en una noche, pero si una persona se hiciese adulta en una fiesta no sería en la fiesta en la que se emborracha y pierde la virginidad, sino en la que se aburre y se da cuenta de que está haciendo el tonto.

U.S. Go Home está estructurada en torno a una fiesta iniciática: enterarse de que existe, convencer a la madre, llegar a ella, hacer el ridículo un rato y el inevitable y largo regreso a casa, convencida de que la vida es una sucesión de remordimientos y decepciones. Martine es una chica francesa en los años 60, con mucho más convencimiento en los ideales de liberación sexual que posibilidades para ello o ganas de aguantar a los hombres que pretenden aprovecharse de esta nueva ideología. Pese a ello, se propone colarse en una fiesta organizada por el chico al que desea y convence a su amiga para ello. Gran parte de la película está basada en escenas de baile en esa fiesta, con nuestra protagonista intentando adaptarse de cualquier manera a un ambiente que le es completamente ajeno.

Pero U.S. Go Home no habla solo los sentimientos negativos relacionados con la madurez, también trata de las relaciones forjadas entre los Estados Unidos y Francia, que aparece completamente colonizada culturalmente (sobre todo a través de la omnipresente banda sonora, bastante impresionante, por otro lado). Cuando Martine y su hermano huyen de la fiesta son recogidos por un soldado estadounidense que trabaja en la base militar que se encuentra en los alrededores. Este soldado les ofrece una Coca Cola, rechazada cortésmente por el hermano de Martine, ya que es comunista, pero el soldado convierte este ofrecimiento en una exigencia: si quiere montar en su coche tendrá que beber de su refrigerio (me parece una alegoría algo obvia pero ahí va la transposición geopolítica: da igual la historia política e ideológica de Francia, si quiere contar con la ayuda de Estados Unidos va a tener que pasar por determinados aros [todos conocemos el historial revolucionario francés y en qué parece haber quedado]). Aún así, el soldado está lejos de parecer una figura antagónica o cruel, y al final de la noche, Martine y él comparten unos bellos momentos de amor torpísimo.

Esta película está dirigida por Claire Denis y escrita por ella misma y Anne Wiazemsky (¡la protagonista de Al azar, Baltasar y La Chinoise!) y protagonizada por la estupenda Alice Houri, forma parte de la serie de películas para televisión Tous les garçons et les filles de leûr age, en la que también participaron Oliver Assayas y Chantal Akerman. Se puede encontrar en Youtube con subtítulos en inglés y, hasta donde yo sé, no se puede encontrar en español, así que toca recordar como se pueda la lengua del bardo porque esto merece mucho la pena.

lunes, 24 de octubre de 2016

a propósito de Adam Curtis


Una idea fundamental en la Historia del Arte, y que es bastante evidente pero no demasiado obvia, es que no importa tanto la obra en sí sino la manera en que esa obra llega a nuevos artistas, que la toman en su acervo, la reinterpretan, la resucitan, etcétera. Mi ejemplo favorito: los renacentistas tomando como ejemplo de pulcritud, pureza y orden (e incluso valorando esas ideas en primer lugar) a raíz del descubrimiento o redescubrimiento de las esculturas de la antigüedad clásica. Estas esculturas, policromadas según sabemos en 2016, habían perdido todo color ya en el siglo XIV debido al paso del tiempo y a la paupérrima conservación (si existía siquiera tal concepto, aquí confieso mi ignorancia). Imaginar los derroteros de la cultura y el arte si el color de esas estatuas y esos templos se hubiese mantenido a través de los siglos es un ejercicio bastante divertido que recomiendo para momentos que debieran ser dedicados a cuestiones más (inminentemente) importantes. Hay innumerables ejemplos de interesantísimas interpretaciones divergentes del sentido original o intencionado de una obra promovidas por deformaciones, roturas o errores de traducción, pero la que seguramente más me interesa es la que se produce en los documentales de Adam Curtis.

Adam Curtis nació en 1955 y lleva desde 1983 haciendo películas y series, casi siempre para la BBC y casi siempre de longitud megalítica, en las que intenta analizar las causas y los barros que han causado los lodos de la contemporaneidad. Sus películas más célebres (como The Century of the SelfThe Power of Nightmares u All Watched Over by Machines of Loving Grace, todas recomendadísimas y una de las grandes influencias -directa e indirectamente- de este blog) trazan una especie de historia secreta del siglo XX a través de personajes poco conocidos pero cuyas ideas han resultado imprescindibles en el pensamiento y sociedad posterior a través de imágenes de archivo, trazando relaciones que a priori pueden parecer aleatorias (por ejemplo, ¿cómo el nacimiento de la ciencia de la ecología ha desembocado en que pensemos que nuestra implicación individual en determinados problemas sociales o políticos es inútil?). Los documentales de Curtis están alejados del maniqueísmo (de hecho su gran tema es la problemática de simplificar la realidad y lo fácilmente monetizable que es esa perspectiva por los poderosos) pero son altamente subversivos y combativos: llama mentirosos, estafadores y casi asesinos a Reagan, Thatcher, Cameron, Bush, miembros de sus respectivos gabinetes con nombres, grandes empresarios y apellidos y hasta a la propia BBC sin ninguna clase de pudor. Su intención es contarnos qué ha pasado, por qué ha pasado y quiénes y por qué han querido impedir que esa información haya llegado a nosotros.

La filmografía de Adam Curtis no puede ser adquirida, no hay DVDs de sus documentales. Los últimos pueden verse en el reproductor online que ofrece la BBC pero de The Power of Nightmares para atrás hay que limitarse a grabaciones en VHS que gente hizo en su momento y que se ha dignado a subir a Internet. La razón de esta ausencia de su obra probablemente tenga que ver con temas de derechos de autor de imágenes utilizadas pero es fácil ponerse en tesituras conspiranoicas al haber visto o conocer las temáticas de estas películas. Por eso es tan interesante ver hoy The Century of Self con esa textura granulada y corrompida, le añade una dimensión estética mucho mayor al documental y hace que parezca que somos revolucionarios de un mundo distópico, viendo copias de copias de copias realizadas con la intención de Difundir el Mensaje, que todavía hay secretos por desvelar y tiranos por derrocar. Creo que Curtis es plenamente consciente de esta deriva que han tomado sus documentales y por eso su última obra, Hypernormalisation, que es hija, obviamente, de los estándares de alta definición actuales aunque sea dentro de las posibilidades del archivo, comienza como si fuese un vídeo analógico. Como Miguel Ángel esculpiendo el Moisés sin siquiera pensar en ponerle color, Adam Curtis trata de recrear una estética nacida del accidente.

primer fotograma de Hypernormalisation (2016)

jueves, 13 de octubre de 2016

a propósito de Un monstruo viene a verme


Alfred Hitchcock tardó una barbaridad en ser reconocido artísticamente, a pesar del extraordinario éxito de casi todas las películas que hizo entre los años 20 y los 60, su repercusión entre los críticos tardó mucho en ser la que es hoy. El 2016, con Vértigo encabezando la lista de mejores películas de la revista Sight and Sound (el top más prestigioso, lo que tampoco quita que sea más o menos tan tonto como cualquier top) es muy distinto del mundo en el que el director británico desarrolló su carrera, incluso muy distinto del mundo que, por fin, le concedió un Oscar (honorífico) en 1968. La pieza fundamental en el reajuste de las ideas de la Cultura acerca de Hitchcock fue la revista francesa Cahiers du cinéma, fundada en 1951, que desde el principio estaba basada en la idea (al principio vaga, luego afianzada por Truffaut en 1954 con su seminal ensayo Una cierta tendencia del cine francés) de la "autoría". Según los seguidores de esta politique des auteurs existen al menos dos tipos de directores de cine: los "autores", que tratan temas y cuestiones estéticas desde una perspectiva personal, de forma que es posible encontrar elementos recurrentes en su filmografía, y los "no autores" (o "artesanos"), que no aportan nada de sí mismos a la película. Según los cahieristas la peor película de un autor siempre sería preferible a la mejor de un artesano.

(Actualmente el autorismo ha quedado algo desfasado, la crítica y los seres humanos en general seguimos necesitando destacar una serie de nombres para guiarnos en el vastísimo panorama cinematográfico y es obvio que hay directores que entregan mejores películas que otros pero la idea de que el rasgo autoral es siempre positivo o que es posible dirigir una película sin poner algo de uno mismo, como si fuese una máquina, parece absurda. En los últimos tiempos se está hablando de un "autorismo vulgar" para referirse a gente como Michael Bay, Paul W. S. Anderson o Zack Snyder, todos autores en el sentido estricto de la palabra aunque su obra conste de adaptaciones de tebeos, videojuegos o franquicias de juguetes y no del drama humano. A mí me parece un término asquerosamente elitista)

Más allá de la teoría de los autores, lo revolucionario de esta generación de críticos (que luego pasarían a transformar el cine en la nouvelle vague) fue la aplicación de la misma. Godard ponía en el mismo lugar a Ingmar Bergman que a Fritz Lang, Howard Hawks o Nicholas Ray. Directores que hacían cine de género con, normalmente, considerable éxito de taquilla pero que estaban muy lejos de los reconocimientos críticos o de la Academia. Es gracias a esta gente que hoy entendemos que una película puede ser Gran Cine sin ser un drama serio con decorados serios y gente seria.

Pero a Hitchcock no le hacía ninguna falta Cahiers du cinéma ni la teoría de los autores. Él ya era el director más famoso desde Chaplin cuando en 1955 estrenó en televisión su serie Alfred Hitchcock presenta. Sus películas le utilizaban más a él como reclamo publicitario que a las superestrellas que las protagonizaban y cuando François Truffaut le entrevistó en el célebre libro El cine según Hitchcock, el director era plenamente consciente de ser una figura pública que tenía sus obligaciones con sus admiradores, de los que era esclavo. Para Hitchcock hablar de "autor" tenía poco sentido porque su nombre aparecía en las marquesinas y la gente le buscaba en sus cameos, estaba claro que sus películas eran suyas y no de cualquier otro.

Hoy, el fenómeno publicitario de Hitchcock se ve en cierta manera reflejado en la figura de Juan Antonio Bayona. El estreno de Un monstruo viene a verme ha despertado una gigantesca campaña de relaciones públicas por parte de Mediaset, centrada en el "visonario" director. Sin embargo, las capacidades de Juan Antonio Bayona están todavía por ser demostradas, más allá de la capacidad de rodar películas sin salirse demasiado del elevadísimo presupuesto y conseguir que obtengan grandes beneficios, es decir, la capacidad de ser un empleado ejemplar. No considero "mala" ninguna de sus tres películas pero sí muy lejos de ejemplificar la trayectoria de un director sin apenas voz propia.

La autorificación que ha realizado Telecinco y acólitos de Bayona, creo, le hace un flaco favor, puesto que le hace responsable de elementos de la película que no tienen por qué ser suyos. La obsesión del guión de Un monstruo viene a verme con muchos de los lugares comunes del cine sobre a) víctimas del bullying b) gente con cáncer y c) el gigantesco mundo interior de los niños vienen directas de Patrick Ness como guionista y escritor de la novela original, y estos defectos hacen olvidar soluciones visuales ingeniosas como el uso de la animación. La publicidad nos vende la idea de Bayona como director infalible, experto en hacernos llorar, cuando nada indica que su involucración con el proyecto sea particularmente extraordinaria. El problema NO es que no sea un autor sino que Los Poderosos intenten hacernos creer que lo es, que el cine de autor es el que llena las salas de gente preparada con los pañuelos en la mano en lugar del que se enfrenta a las expectativas y concepciones de la gente.

lunes, 19 de septiembre de 2016

a propósito de Hakim Lemon Haze


Fuck the major
lo hago pa la puta de la calle

No es ningún secreto para la gente que me conoce y/o sigue un poco este blog que llevo mucho tiempo, prácticamente desde que lo abrí, buscando una excusa para hablar de PXXR GVNG y temas colindantes. Es un grupo que me gusta y, sobre todo, un fenómeno que me fascina, pero es difícil sacar determinadas conclusiones del mundo que le rodea, tienes que fiarte de lo que dicen en las canciones, que al fin y al cabo forman una narrativa con sus exageraciones a fin de ceñirse (o derribar) determinar tópicos del género. Por otro lado, su profundidad temática y la amplitud de su efecto en el panorama musical español exigen un acercamiento poliédrico (no podría existir, o yo no podría escribir, un "a propósito de PXXR GVNG", pero quizás sí un "a propósito del antintelectualismo de PXXR GVNG") de una extensión casi infinita, mientras que la velocidad del mundo en el que vivimos hace que sea necesario una actualización constante de las tesis, ideas y citas.

Por ejemplo, hablemos de Hakim Lemon Haze. Descubrí al Hakim con el clásico "Ni sepo ni sapo" (por otro lado, quizás mi vídeo favorito de todos los del grupo) y quedé totalmente deslumbrado con su voz destrozada y su estilo minimalista. Enseguida investigué un poco y llegué a sus colaboraciones con Jarfaiter y Yung Beef o, más recientemente, con los Takers, el supergrupo Los Alemanes o los propios PXXR GVNG, estas últimas veces más bien como artista invitado que otra cosa. Hakim representaba un punto más allá en cuanto a crudeza musical que lo que hacían los Pobres, que de repente sonaban casi comerciales.

Pero, de repente, PXXR GVNG empezaron a ser comerciales. aparecieron en TVE, sacaron un disco con Sony, actuaron en el Sónar, se pelearon con Cecilio G convirtiendo el beef en el opio de las nuevas generaciones y últimamente se les ha podido ver en el Moulin Rouge o desfilando en pasarelas de toda Europa. En este contexto, y en términos de imagen de marca, convenía tener cerca a alguien que recordase sus orígenes callejeros, alguien que no hubiese rebajado ni una micra su sonido para conseguir visitas (supongo que ellos hablarían de cuidar de su familia, no sé cómo de calculados son sus movimientos o si alguna vez podremos saberlo de verdad pero el caso es que ha resultado conveniente en este sentido). Se le puede ver en varias fotos del Primavera Sound con el grupo y AC3 (su último productor estrella), aun faltando otros acólitos imprescindibles como ElMini ElMini o Israel B.

Si nos fijamos, en los dos videoclips recientes protagonizados por él (Ni sepo ni sapo y La diferencia) vemos imágenes de pobreza, pisos con muebles inexistentes o viejos, paredes sucias y habitaciones mínimas, imágenes que contrastan con las ideas de lujo que suelen aparecer en esta clase de vídeos. La tesis que yo había mantenido es que Hakim había pasado de ser un rapero a ser una especie de padrino del Movimiento, alguien encargado de recordar de dónde viene y a quién habla PXXR GVNG.

Esta semana pasada el sello discográfico del grupo, La Vendición Records, sacó un total de doce referencias que van desde singles individuales hasta mixtapes de varias canciones. Hakim no aparece de forma explícita en ninguna de ellas pero quien sea que esté detrás de las decisiones del grupo se guardó un as en la manga. Las canciones fueron subidas a Youtube con muchos ruidos añadidos a fin de que nadie las descargase y los aficionados pasaren por iTunes o, como mínimo, Spotify. Este ruido suele consistir ensamples escogidos del Hakim: Hakim explicándote qué bueno es el artista particular de cada canción, Hakim explicándote por qué La Vendición Records es el mejor sello del rap español... Hakim explota aquí sus dos facetas: la de dar, ejem, la bendición a algunos raperos y la de desagradar a aquellos que no sean lo suficientemente "reales", a los fans impuros. Al final esa pureza sirve para vender, pero eso es otro tema.


miércoles, 17 de agosto de 2016

a propósito del no-conflicto


Hace poco vi en el cine en versión original Everybody Wants Some, la esperadísima (solo por mí, parece, ese día era el único en el que se proyectaba en toda la región de Murcia) nueva película de Richard Linklater, el genio detrás de Boyhood, la trilogía de Antes del amanecer y Escuela de rock. Everybody Wants Some es una película sobre un equipo de béisbol universitario en 1980 durante los tres días previos al comienzo del curso, con sus fiestas, sus amoríos y sus momentos de camaradería masculina. Es imposible verla y no acordarse de, quizás, la gran película olvidada del año pasado: Magic Mike XXL, otra película sobre un grupo de amigos aficionados al baile y las mujeres, sin antagonista y sin conflicto en un sentido tradicional.

Son estos últimos aspectos los que más me han interesado de ambas películas. He notado un aumento considerable en películas (películas occidentales mainstream estrenadas en cines comerciales en nuestro país) sin malo (no hablo de que no esté claro quién es el malo por alguna clase de dilema moral planteado, hablo de ausencia total) y sin un argumento muy definido. Algunos ejemplos: Inside Out, Marte, Frank o, realmente, toda la filmografía de Linklater. Me parece que es una absorción de la cultura masiva de parte de las propuestas del cine de autor más vanguardista (la corriente más clara en este cine a lo largo del siglo XXI ha sido llamada Slow Cinema, es decir, cine lento, las películas de Apichatpong Weerasethakul, Bela Tarr y algunas de Gus van Sant) y de la cultura asiática, particularmente la japonesa (de hecho, sin ser ningún experto, es fácil ver las características de las que estamos hablando en el cine del Estudio Ghibli y en Yasujiro Ozu). Soy capaz de inferir dos razones por las que se está imponiendo este modelo (muy poco a poco, eso sí) y puede que ambas sean realmente la misma: 1) convertir el cine en un refugio en tiempos de crisis económica, social, política y moral más que en un medio para la narrativa en un sentido clásico y convencional, es decir, una reformulación del concepto "feel good movie", que hasta ahora servía para definir películas francesas y películas con actores viejos para un público viejo y 2) como respuesta al cine de superhéroes, el género con un antagonismo más claro y evidente desde ¿los años 30?, una manera de crear un enfrentamiento de "nosotros" contra "ellos" entre el cine adulto de medios limitados (aunque sea en comparación) y un cine más "infantil".

(Pienso que el cine de superhéroes también ha nacido como respuesta a la crisis, es decir la respuesta de la cultura popular ha ido por las dos vías: la creación de una narrativa con buenos y malos claramente diferenciados y exagerados y la negación del conflicto)

Curiosamente, este verano ha surgido otro fenómeno muy paralelo al que comento. La aparición de Pokemon Go ha llevado esta idea del no-conflicto a unos niveles mucho más profundos. La adaptación a la realidad virtual de la franquicia pokemon (una serie de juegos que ya está fuertemente basada en llegar a los límites de la resistencia al tedio a través de largas caminatas, en una obsesión casi zen por retrasar el placer) sigue siendo un videojuego y, por tanto, la actitud del jugador-protagonista puede variar mucho pero Pokemon Go es, en esencia, un juego sobre pasear. La estructura de combates y gimnasios, obligatoria en los juegos tradicionales, aquí es más bien un complemento accesorio.

Películas sin historia y videojuegos sin peleas, a mí me parece bien.

jueves, 11 de agosto de 2016

a propósito de Famous



I feel like me and Taylor might still have sex
Why? I made that bitch famous
(Siento que Taylor y yo todavía podríamos tener sexo
¿Por qué? Hice a esa zorra famosa)
Kanye West

En el 2009, y aquí estoy hablando para alguien que no tiene ni idea de lo que ha pasado en el Pop desde entonces, Taylor Swift, la superestrella del country de diecinueve años que empezaba a trasladarse a terrenos más comerciales, recibió un premio de la MTV al mejor videoclip de una artista femenina por su canción You Belong With Me. Cuando nuestra joven estrella fue a recoger su esperado premio todo el mundo podía sentir su alegría, su esperanza, pero entonces apareció el villano de la historia, Kanye West, el célebre rapero, que subió al escenario, e interrumpió a Swift porque de alguna manera necesitaba decir al mundo que el mejor videoclip de una artista femenina de ese año era, indudablemente, Single Ladies (Put a Ring on It), de Beyoncé, una idea que creo que, siete años después, podemos compartir todos (de hecho no se me ocurre ningún videoclip más icónico que ese en los últimos años). No era la primera vez que Kanye West hacía algo por el estilo, en 2006 ya se subió al escenario a protestar porque le habían dado el premio a mejor vídeo a Justice y Simian y no a él y en 2005 había aparecido en televisión en una telemaratón para ayudar a las víctimas del Huracán Katrina dando un discurso (aparentemente) improvisado sobre el racismo que rodeaba a toda la situación, culminando con el ya clásico "George Bush doesn't care about black people", que el expresidente llegó a considerar el punto más bajo de su mandato. Pero esto, arruinar el momento más especial de una pobre e inocente chica, fue demasiado. Kanye West se convirtió en el principal enemigo de Estados Unidos, llevando hasta al presidente Obama a llamarlo "jackass" (algo así como "gilipollas").


Con el tiempo, todo esto se calmó, Kanye realizó varias medias disculpas por Internet, publicó un par de discos que lo colocaron en lo más alto de la música para la generalidad de la crítica y Taylor Swift acabó dominando casi literalmente el pop mainstream de la década. Para 2015 todo esto ya se había convertido en una broma más y se les llega a ver juntos por la calle, se habla de una colaboración en el próximo disco de Taylor, pero... Kanye West publica su disco The Life of Pablo, que incluye una canción llamada Famous en la que insinúa que podría mantener relaciones sexuales con Taylor Swift porque, bueno, al fin y al cabo hizo a esa zorra famosa. La polémica es instantánea, los abogados de Swift demandan que se retire inmediatamente la canción, Kanye dice que ella lo sabía perfectamente, que mantuvieron una conversación de una hora por teléfono y que dio su aprobación, ella dice que es completamente falso, Kim Kardashian (la mujer de Kanye West) saca un vídeo en el que aparecen manteniendo esa misma conversación por teléfono...

En verano Kanye West saca el vídeo de la canción Famous, estaba claro que después de todo su declaración al respecto iba a tener que ser en forma de videoclip. En él aparecen réplicas sintéticas desnudas de varios famosos (más o menos relacionados con el cantante) durmiendo desnudas en una cama inmensa. Los famosos son, de izquierda a derecha, George Bush, Donald Trump (representación de lo que Kanye quiere combatir en su hipotética candidatura a presidente de los Estados Unidos en el 2020), Anna Wintour (editora de Vogue, realizó la polémica calificación de "migrant chic" sobre la colección de moda de Kanye West), Rihanna (que realiza una colaboración cantando en Famous), Chris Brown (también colaborador en el disco, mantuvo una relación con Rihanna bastante complicada, incluyendo violencia de género, que impactó a Occidente y, desde luego, me impactó a mí [hablé del tema en, al menos, tres redacciones en el instituto]), Taylor Swift, el propio Kanye West y su mujer Kim Kardashian West, Ray J (el rapero que protagonizó la cinta sexual que elevó la popularidad de Kim Kardashian [sin su consentimiento, es importante aclararlo]), Amber Rose (exprometida de Kanye y objeto de muchísimas de sus canciones, para bien y, sobre todo, para mal), Caitlyn Jenner (antiguamente conocida como Bruce Jenner, medallista olímpico y padrastro de Kim Kardashian, en el último año se reveló como mujer trans) y Bill Cosby (célebre cómico que actualmente está siendo investigado por abuso sexual a muchísimas mujeres, Kanye West proclamó su inocencia vía twitter).

El vídeo dura diez minutos (la canción, 3 minutos 16 segundos) y está formado casi esencialmente por imágenes con textura de cinta de seguridad o cámara casera antigua de ese dormitorio hipotético en el que están nuestros protagonistas, mostrando sin pudor la desnudez de estas celebridades tan de cerca que por momentos llega a la abstracción. A los dos minutos veinticinco segundos la música se para (justo después de "We never gonna die") y el vídeo pasa de ser una broma de mal gusto a ser algo realmente desagradable. De repente estamos espiando a unas personas (que está claro que no terminan de ser personas) mientras duermen. A los seis minutos y medio aparece en pantalla SPECIAL THANKS / BILL COSBY / CAITLYN JENNER / ... / FOR BEING FAMOUS. En ese momento vuelve la música y la cámara pasa a ser HD, realizando un zoom out desde la cara de Kanye hasta abarcar toda la cama, cuando termina Kanye despierta, mira a cámara y la imagen pasa a una puesta de sol (al mismo tiempo que comienza la canción Father Strecht My Hands Pt. 1).

No veo mucho sentido en intentar esconderlo: Kanye West me parece uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo. Su figura pública es inseparable de su faceta musical o artística de tal manera que hasta sus apariciones parecen formar parte de una compleja performance (sobre todo esto se extiende FILM CRITIC HULK por si a alguien le interesa leer un ratillo). La fama ha sido siempre su tema predilecto y parece que en Famous (mucho más en el vídeo que en la canción) expresa definitivamente su tesis: la fama es un juego, una representación falsaria y más un entretenimiento que otra cosa, si bien un entretenimiento que puede atrapar a los que se ven involucrados en él (parece que West piensa que él es el único despierto, el único capaz de entender lo que está pasando). Da igual que los famosos se peleen, se golpeen, se casen o se sometan a operaciones de cambio de sexo porque al final todos forman parte de lo mismo. Al final todos vuelven a casa a dormir juntos en la misma cama. 

Taylor Swift había ganado un premio de la MTV al mejor videoclip. PREGUNTA: ¿Quién podría considerar que en ese momento no era famosa todavía? RESPUESTA: Un famoso.


martes, 9 de agosto de 2016

a propósito del Arenal Sound 2016


(Vale, este festival duró como una semana y paso de redactar algo especialmente complicado así que propongo una recopilación de apuntes más o menos inconexos, en gran parte recogidos literalmente de notas que escribí en mi móvil durante el festival. Estoy convencido de que el Indie y los Festivales son dos temas muy interesantes y muy dignos de recibir el tratamiento de este blog pero cada cosa a su tiempo)

-El Arenal Sound es, con diferencia, el más orientado a los jóvenes de toda la primera división de festivales de verano. Hay que respetar mucho eso y apuntar que no me guste el cartel dice muchísimo más de mí y mi ranciedad que de los organizadores y el público masivo.

-Ligera decepción con El Último Vecino, es la cuarta vez que los veo en cosa de año y cuarto así que tampoco es para tanto. No tuvieron un día especialmente brillante.

-No entiendo a los grupos: Taburete, Pol, Izal. No entiendo ni a los miembros ni a los fans. Hay misterios divertidos pero este no es uno de ellos. 

-No creo que debiéramos permitir reuniones de más de cinco hombres heterosexuales si algún día queremos derribar el patriarcado.

-Perro son graciosos de una manera muy poco graciosa, como si fueses su colega y te ríes porque les conoces pero si vieses a un desconocido diciendo sus tonterías pensarías que es tonto. Además me gusta cómo tocan.

-No tengo nada que decir de Love of Lesbian, disfrutadlos si podéis (esta vez no me dieron ganas de asesinar al cantante, punto para ellos)

-Los Kaisier Chiefs entienden que, a pesar de tener mínimo dos o tres himnos, nunca serán un gran grupo y han decidido pasárselo bien e intentar que nosotros hagamos lo mismo. Bien.

-Completamente a favor de la omnipresente moda de las trenzas. Completamente a favor de las decisiones estéticas de las que uno se arrepiente al cabo del tiempo.

-Fangoria es el único grupo por aquí capaz de mezclar la estética del pop más mainstream y de mantener la idea de diva de Alaska al mismo tiempo que hacen algo parecido a una experimentación sonora. Su mix de canciones de temática bailonga con, entre otras, Bailando (Astrud), Toro (El Columpio Asesino) y Yo quiero bailar (Sonia y Selena) fue una de las cosas más bonitas del festival.

-Cristal Fighters molaron (desde luego mucho más de lo que molan en estudio) pero sobre todo lo interesante fue ver las caras interrogantes de espectadores incautos.

-Nunca había visto de forma seria una sesión de música electrónica y hay algo bellísimo en estar cansado y seguir bailando (no sé si es muy cutre relacionarlo con la vía purgativa de la mística, como intentar relacionar algo propio de una gran elevación espiritual con algo no tan propio de ella, pero en mi cabeza se produce esa conexión), de forma que hasta me parece trampa usar drogas, por muy fundamental que sea la utilización de químicos en la experiencia rave. Dejar de ser uno mismo para ser solo un elemento de una gigantesca masa también es una experiencia bellísima.

-Borgore insistió en pinchar canciones de la época en la que yo empecé a ir a discotecas y tal y, a pesar de que entonces las odiaba (sobre todo la obsesión de la electrónica con "romper", creo que ahora ya está más bien pasado de moda) lo pasé genial. La nostalgia es un sentimiento peligroso porque te hace perder el juicio crítico pero bueno, que me lo pasé bien así que a lo mejor la nostalgia merece la pena.

-Foyone ya era la voz más interesante del rap nacional con su mezcla entre predicador de una secta basada en las teorías de conspiración más sensacionalistas y el realismo social más crudo (y las bases de Gharuda sampleando fuertemente los grandes éxitos de la copla) pero la añadidura de su faceta como político ha expandido considerablemente su magnetismo personal. Iba con un batería para rapear solo con bombo y caja y se le olvidaron varias canciones. Mi concierto favorito del festival.

-Two Door Cinema Club eran grandísimos en un estilo muy particular que dominaban a la perfección y han tomado nuevas direcciones, una decisión completamente comprensible pero que, considero, ha sido un error artístico. Fue un muy buen concierto.

-Durante los conciertos la realización audovisual es fantástica, pero en las sesiones electrónicas las cámaras prácticamente se dedicaban a enfocar a chicas guapísimas del público y me da mal rollo pensar que ha debido haber alguna reunión en torno a esa decisión.

-Carlos Sadness está muy guay a pesar de que no puedo dejar de pensar de que su rollo es falsísimo en todos los sentidos, pero bueno, estuvo muy divertido y eso que apenas me sabía una canción y más por oír a mis amigos cantarla que por escucharla. Tocó una versión de Groenlandia de los Zombis y mis camaradas no sabían que era una versión, lo que me dio bastante penita, no porque mis amigos no tengan ni puta idea de música (cosa bastante falsa) sino porque es una gran canción.

-La Gran Pegatina: a veces está bien abrir una ventana a un mundo totalmente ajeno a ti. Disfruté mucho de la segunda mitad del concierto pero nunca más (¡y no pasa nada!)

-Muchas banderas independentismas gallegas, bastantes más que catalanas o vascas. Supongo que no será indicativo de nada pero no me extrañaría que a la larga encontremos en el 2016 un cambio de paradigma en su nacionalismo.

-Los Hives son el único grupo de rock (sin aditivos, los Hives son, indudablemente, un grupo de rock) actual que me gusta. Escuché su disco Lex Hives un número suficiente de veces como para considerarlo una especie de manta de seguridad. Están absolutamente comprometidos en el escenario y, sinceramente, comparar cualquier otro directo con el suyo me parece un poco injusto.

-Steve Aoki puta mierda

martes, 26 de julio de 2016

las movidas del cine: a propósito de Castaway on the Moon (2009)


De los géneros menos valorados, quizás la comedia romántica sea el peor valorado de todos. La obsesión de sus responsables por hacer de las comedias románticas películas que te hagan sentir bien (un bien como el de las canciones de los anuncios o la hamburguesa de un euro del macdonalds, no como uno se siente bien cuando ve Manhattan, una comedia romántica llena de personajes detestables que no pretende hacerte sentir bien en ningún momento) ha llevado a la creación de una fórmula con sus inevitables lugares comunes y con un código moral bastante conservador. En el siglo XXI el género ha intentado renovarse y huir de los convencionalismos a través del retrato de las historias de amor entre personajes outsiders o de mentalidad divergente que no suelen (o solían) protagonizar películas. En los tiempos del individualismo más fuerte, el público ha acudido en masa a ver enamorarse a gente única, desde la subcultura hipster o indie en Alta fidelidad o (500) Días juntos a la gente fea, gorda y deforme de Amor ciego. Sin embargo, esta clase de argumentos ya se han convertido en un cliché más y actualmente si eres arquitecto o músico y te enamoras de la regente de una pastelería puedes tener bien claro que tu realidad no es tal y vives en una comedia romántica.

Castaway on the Moon no es ajena a todos estos tópicos pero, precisamente por ello, es sorprendente lo que se aleja de la sensación de monotonía que suele ofrecer el género. Realizada en Corea del Sur, quizás el país que actualmente mejor combina la calidad con el entretenimiento de masas propio de una cinematografía comercial (soy más bien ignorante en su cine pero es inevitable recomendar dos películas de Bon Joon-ho, Crónica de un asesino en serie y The host), trata de un oficinista deprimido que un día decide suicidarse tirándose de un puente, pero el destino decide arrastrarle a una pequeña isla junto a la ciudad. Su teléfono móvil queda intacto pero no tiene absolutamente a nadie a quien llamar para pedir ayuda así que se queda ahí y comienza una nueva vida a modo de náufrago. Un día es descubierto por una chica agorafóbica a la que le gusta realizar fotografías a través de un telescopio y comienzan a comunicarse por extraños medios.

La trama es bastante previsible (de hecho me he planteado seriamente incluir determinados puntos concretos en este post) pero la humanidad y el surrealismo con el que está tratado crean una película entrañable. Todas las ideas críticas sobre el amor en el sentido tradicional desaparecen cuando ves a estas dos personas curarse mutuamente. No, no es nada especialmente original, pero enamorarse tampoco lo es.

miércoles, 20 de julio de 2016

las movidas del cine: a propósito de The Room (2003)


Existe la idea en la crítica cultural tanto profesional como coloquial (y me temo que le queda mucho para desvanecerse) de que una película puede ser tan mala que acabe siendo buena. Esta clase de justificación de un disfrute más o menos irónico pierde sentido cuando aceptamos que la obra y el autor son entidades separadas. Cervantes escribió el Quijote como una parodia y no como una reflexión metafísica, Kafka pidió a su amigo que quemase sus escritos (inéditos) tras su muerte por vergüenza y Woody Allen piensa que Manhattan es su peor película. Una película nunca puede ser tan mala que es buena, en todo caso será buena por razones distintas a las pretendidas por los autores.

The Room suele considerarse una de las peores películas de la historia. Escrita, dirigida, producida y protagonizada por Tommy Wiseau, trata sobre el triángulo amoroso entre Johnny, Lisa (su prometida) y Mark (amante de esta y mejor amigo de Johnny), intercalado con tramas sobre tráfico de drogas o cáncer de mama que no llevan a ningún sitio claro. La película costó 6 millones de dólares financiados íntegramente por Wiseau (nadie sabe de dónde los sacó) y su turbulenta producción ha sido objeto del libro The Disaster Artist, en el que está basada la película The Masterpiece, dirigida por James Franco. Fue promocionada casi exclusivamente por una valla publicitaria en Hollywood que permaneció ahí durante cinco años con un coste de 5000 dólares al mes. Su éxito fue inexistente durante un tiempo pero pronto labró un pequeño culto que disfrutaba de sesiones con participación del público al estilo de las de The Rocky Horror Picture Show. Varios cómicos famosos celebraron esta rareza absoluta pero los principales valedores de The Room fueron Tim Heidecker y Eric Wareheim (famosos sobre todo por el programa de sketches de Adult Swim Tim and Eric Awesome Show, Great Job!, en el que llegaron a contar con Wiseau en alguna ocasión).


Fue en la extraña sensibilidad cómica de Tim and Eric y Adult Swim, con un humor basado en la incomodidad y en los chistes sin final gracioso o inesperado, donde The Room encontró finalmente la acogida que tiene ahora mismo. "El Ciudadano Kane de las películas malas" era ahora algún tipo de clásico y Tommy Wiseau hasta dijo que su intención era en todo momento la de realizar una comedia negra y no un melodrama romántico (algo a lo que nadie hizo demasiado caso). El caso es que The Room es una película muy divertida para cualquiera dispuesto a reírse de actuaciones terribles o diálogos improbables, pero va mucho más allá. Hay que atesorar The Room porque es una película que no se parece a ninguna otra (a ninguna narrativa, al menos), una película con una concepción del relato completamente ajena a la experiencia humana normal, The Room parece el resultado de un extraterrestre intentando reflejar el drama humano sin tener ni idea de lo que está haciendo, mezclando formatos de vídeo y sin saber cómo contar una historia porque la realidad, al fin y al cabo, no es una historia. The Room es la gran película sobre no entender nada de lo que está pasando.


jueves, 7 de julio de 2016

las movidas del cine: a propósito de Smithereens (1982)


Desde que con unos ocho o nueve años le cogiese el MP3 a mi hermana y me muriese de miedo escuchando Anarchy in the UK de los Sex Pistols, el punk siempre me ha obsesionado. Por alguna razón, probablemente porque mi círculo ha estado tradicionalmente alejado de toda esa corriente, nunca me he definido o intentado definirme como punky, aunque sí que fui anarquista convencido durante gran parte de mi preadolescencia y ha sido prácticamente la única música que he escuchado en varios puntos de mi vida. Me encantan los punkies, más los que son un poco simples y no saben bien qué están haciendo (la mayoría, en realidad) que los que están muy enfadados con Todo, cuando he tenido la oportunidad de relacionarme con alguno siempre ha sido una experiencia bien atesorada en mi corazón, supongo que porque representan el sueño no vivido.

Llegué a Smithereens a través de una lista de películas feministas esenciales y me llamó inmediatamente la atención por tratar de una joven punk en esa Nueva York en ruinas de principios de los ochenta tan fascinante, Richard Hell (miembro de los Television, los Heartbreakers y los Vodoids) sale en ella y eso me hubiese parecido motivo más que suficiente para verla en otro momento de mi vida. En Smithereens, una chica, Wren, peleada con sus padres e intentando conseguir éxito en Nueva York monetizando de alguna manera la escena punk, haciendo un grupo o siendo mánager de algún otro, conoce a un retratista que vive en una furgoneta y que la sigue buscando entablar alguna relación con ella ya que no conoce a nadie en la ciudad (esto suena bastante siniestro pero es un buen tío). Wren sufre la serie de catastróficas desdichas que suelen derivar de la falta de dinero, lo que la lleva a compartir dormitorio (un dormitorio en el interior de una furgoneta en un descampado atestado de prostitutas) con este chico.

Cuando hablas un rato con un punk, no es raro que, de repente, te cuente alguna cosa complicada (o complicada para nuestras ideas burguesas, claro) sin darle demasiada importancia. Smithereens es, a la vez, una especie de comedia romántica sobre la loca vida en el Greenwich Village y una desmitificación bastante fuerte de la fantasía de ser pobre, tonto y estar solo. El tono más bien desenfadado que ha llevado la película durante casi toda su duración contrasta con un tramo final en el que se nos señala que no todo en esa vida es diversión. Hay quien habla de esta clase de moraleja como reaccionaria o capitalista pero yo creo que señalar que el dinero  importa y que la gente sin techo sufre de verdad no es un mensaje para nada alineado con el Sistema.

Hay muy poca información de esta película en Internet, fue la primera de Susan Seidelman (diría, una de las directoras que más éxito han conseguido) y, según Wikipedia, la primera película independiente norteamericana que se estrenó en Cannes. La protagonista, una actriz realmente encantadora, una persona a la que da gusto ver haciendo cualquier cosa ha salido en un par de cosas más y tampoco estoy muy seguro. Me costó bastante encontrarla en Internet y descargarla, así que he hecho la heroicidad de subirla a Youtube con subtítulos en castellano para facilitar el acceso a las hordas de seguidores de este blog y a algún despistado más.


martes, 5 de julio de 2016

a propósito de las últimas películas de Pixar


Ligerísimos spoilers de Del revés y Buscando a Dory

Supongo que a muchos les molestará la idea de que la concienciación por la salud mental está de moda (igual que el feminismo, por ejemplo, está de moda), supongo que porque habrá gente que considere que la lucha por la desestigmatización de esta clase de cuestiones, tan serias y tan dolorosas, es mucho más que una "moda" o le molestará las connotaciones de "moda" que indican que, en algún momento, se pasará de moda y volveremos a los oscuros días del electroshock, etcétera. No sé, hay perspectivas comprensibles (toda masivización de un fenómeno lleva a la frivolización del mismo, eso diría que es innegable) pero creo que el mismo objetivo del movimiento pasa por la concienciación; no tiene sentido que estés muy enfadado en tu casa si una chavala de quince años a dos pueblos de aquí hace alguna tontería porque no entiende del todo lo que está sintiendo. Si para conseguir intentar entender mejor al prójimo tenemos que pasar por carteles de Mr. Wonderful, pienso que merecerá la pena.

La prueba de que es una idea cada vez más popular es que Pixar, quizás la empresa que mejor ha conectado con el Occidente del siglo XXI, ha dedicado sus dos últimos productos, Del revés y Buscando a Dory, a profundizar en ella (vale, El viaje de Arlo está entre esas dos pero es un proyecto antiguo, en 2011 anunciaron que iba a ser estrenada en 2013 y fue retrasándose desde entonces, no dejemos que los dolorosos avatares de la realidad nos estropeen una teoría más bien pulcra y bonita).

Del revés habla de los conflictos que produce en una preadolescente una mudanza a través de la personificación de cinco emociones básicas. La película ha sido muy criticada por, entre otras cosas, el aspecto que da a la mente humana: en opinión de determinados críticos, simplificar la complejidad emocional ya es, de por sí, un acto de escasa moral. Representarla de forma análoga a la de una fábrica en un producto dirigido a los niños ya es un ejercicio de adoctrinamiento neoliberal. Hablar de la mente (el punto de origen del individuo y de la creatividad) como una gran y compleja empresa (negadora de ambas ideas casi por definición) es (o puede ser) realmente terrorífico. Estas críticas me resultan completamente legítimas, pero creo que rechazar la actitud de Del revés de pleno es un error. Lamentable o afortunadamente, nunca veremos en el cine un ensayo psicológico real, si pretendemos comunicar ideas es necesario ceder en determinados aspectos. Del revés sigue siendo, probablemente, la única película en la que el clímax consiste en la depresión de una niña (algo que es equiparado al derrumbe de una ciudad), la única en la que unos padres no paran de tomar decisiones erróneas sin querer (y sin ser juzgados por ello) y la única que enseña que la felicidad y la tristeza van de la mano SIEMPRE en esta vida (bueno, esto es más típico y ya estaba, como mínimo, en Shut Up and Play the Hits). Nos queda mucho para saber si podemos hablar de un impacto real de esta película en la inteligencia emocional de las generaciones venideras, pero yo estoy seguro de que me hubiese gustado mucho verla con ocho años, seguramente parecido a como me gustó con dieciocho.

Ojalá se me hubiese ocurrido a mí que Buscando a Nemo trata sobre tres discapacitados (Nemo es discapacitado físico, Dory es discapacitada mental y Marlin es discapacitado emocional [no me acuerdo de quién es la idea, casi seguro que de algún crítico norteamericano]). Buscando a Dory se centra, lógicamente, en el personaje más querido de la película original, no tendría sentido hacer una secuela nostálgica ¡trece! años después sobre alguno de los tiburones de los Doce Pasos. Pese a que cuesta ver en la película alguna intención clara, resulta curiosa la cantidad de personajes con problemas que aparecen: la ballena miope, la beluga con una deficiencia psicosomática en su ecolocalizador, el pulpo de siete tentáculos, el ave y el león marino con un probable retraso mental... y cómo todos estos personajes superan las concepciones que han visto sobre ellos por los demás o ellos mismos para lograr objetivos. El aspecto de dependiente de Dory se ve acentuado en base a los flashbacks en los que vemos la preocupación de los padres ante la problemática de su hija. Buscando a Dory es, diría, infinitamente inferior, pero si estás mínimamente concienciado con esta clase de temas o has vivido alguna cuestión remotamente parecida es bastante difícil no emocionarte fuerte con Marlin aprendiendo cómo tratar a su amiga o Dory autoculpándose de lo que le está pasando.

Es absurdo decir que el éxito de ambas películas es a causa de haberse subido a la ola de la salud mental, sobre todo teniendo en cuenta que Pixar ha sido el estudio cinematográfico que más y mejor han sabido crear una imagen de marca (es decir, todo el mundo sabe qué clase de película va a ver de igual forma que uno sabe más o menos que película va a ver cuando va a ver la última de Wes Anderson), pero precisamente su habilidad para apelar, seguramente a través de complejos estudios mercadotécnicos, a las inquietudes de los niños y padres desde mediados de los noventa nos indica que fijarnos en los temas que abordan puede decirnos mucho de nuestro mundo. Afortunadamente podemos verlas y pensar en ellas, pero también podemos disfrutarlas.

las movidas del cine: a propósito de La mamá y la puta (1973)


No tiene mucho sentido, creo, hablar de la "honestidad" de un producto cultural. No tiene sentido, y yo caigo mucho en esto, indagar en los entresijos de la vida del artista para intentar añadirle mayor profundidad o empaque a la obra en sí. Cuando hablamos de "genios" (normalmente atormentados por la enfermedad, la pobreza, etcétera) como Basquiat o Daniel Johnston hablamos más de personalidad más que de obra en sí. Nos gusta el cotilleo, nos gusta hablar de que Paul Schrader escribió Taxi Driver mientras se divorciaba de su mujer y vivía en su coche como si eso la hiciese algo mejor.

Jean Eustache se suicidó ocho años después de estrenar La mamá y la puta, con cuarenta y dos años y habiendo dirigido dos películas. Cuenta la leyenda que en la puerta de la habitación de hotel donde se disparó puso un cartel que decía "Llame fuerte, como para despertar a un muerto". Hay que intentar no pensar en esas cosas.

En 1973 Eustache presentó La mamá y la puta en el festival de Cannes entre abucheos de críticos que no toleraban la idea de una película de tres horas y media que consta casi de forma exclusiva de diálogos sobre sexo. El diario Le Figaro la llamó "un insulto a la nación", Téle-7-Jours dijo "un monumento de aburrimiento y un Himalaya de pretensión" y ahora mismo suele considerársela la mejor película francesa desde los años sesenta. La película consiguió finalmente el Gran Premio del Jurado, si hay algo que se puede alabar de Cannes es que, generalmente, son infinitamente más modernos que los pobres de espíritu que se dedican a abuchear.

La película trata de un chaval, Alexandre, que se dedica a vagar por París hablando con chicas, intentando olvidar a un amor en particular, rememorando nostálgicamente el sueño del Mayo del 68... cuando conoce a Veronika, una enfermera de origen polaco con escasa vida social que cae pronto en la verborrea eminentemente francesa de Alexandre. Alexandre vive con una mujer con la que tiene una relación liberal bastante compleja y que pretende finjir que le da igual que Alexandre se acueste con otras. La mamá y la puta hace referencia a la idea freudiana de que los hombres tienden a considerar a las mujeres como "madres" o como "putas", que no pueden desear sexualmente a aquellas a quienes aman y que no pueden amar a aquellas a quienes desean. La realidad es, por supuesto, que ninguna puta es tan puta ni ninguna madre tan madre, y los momentos finales (que en esta película puede ser fácilmente la última hora), cuando Alexandre deja de hablar de una vez y se para a escuchar lo que las mujeres de su vida tienen que decir, pueden ser de los más impresionantes de la historia del cine.

La mamá y la puta es bellísima, su blanco y negro es limpio pero sin dejar de tener textura amateur. Diría que es bella a pesar de Eustache, que está empeñado no sé si en intentar ser honesto pero desde luego en parecerlo. Me da igual si lo que cuenta esta película es verdad, lo que sé es que Alexandre, Veronkia y Marie y lo que les pasa es más real que la realidad.

Como he dicho, es una película francesa de 220 minutos en la que prácticamente solo se habla, entiendo que pueda parecer poco atractiva pero recomiendo DE VERDAD que se le de, al menos, una hora. No sería, ni mucho menos, la primera vez que a un espectador desganado le cambia la vida La mamá y la puta. Está en youtube aquí en una grabación vhs del canal plus de hace cien años y aquí en buen calidad pero con subtítulos en inglés. Si alguien me conoce puedo pasársela en HD con subtítulos en español a falta de que la editen por aquí o algo aunque por mí que se mueran todos los que piratean películas.

domingo, 26 de junio de 2016

las movidas del cine: a propósito de Elephant (1988)


Las movidas del cine es una ¿sección? en la que hablo de cine a través de una crítica breve, más bien superficial y alejada del tono sesudo de las entradas habituales. El objetivo es más recomendar películas chulas que creo que no son muy conocidas que hacerme el listo.

Un problema al que se ha enfrentado el cine casi desde su nacimiento ha sido el escapar de su supuesta condición de arte de la amalgama, es decir, huir de las influencias de pintura, fotografía, música... pero, especialmente, de la literatura y el teatro, para llegar a un hipotético e ideal "cine puro". Las Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson (y sus propias películas), las infinitas corrientes de cine experimental o las personalidades más interesantes del cine mudo como Dreyer o Buster Keaton han intentado alcanzar esa idea de una cinematografía con empaque artístico propio, una cuestión algo pasada de moda ya que los prejuicios académicos hacia medios populares han pasado a los cómics, la televisión o los videojuegos (donde el debate sigue bastante vigente), a día de hoy casi todo el mundo consideraría el cine como un arte de pleno derecho.

Elephant (no confundir con la Elephant de 2003 dirigida por Gus Van Sant, con la que tiene mucho que ver) es un gran ejemplo de cómo una película con una narración mínima puede conseguir afectar profundamente al espectador. La película consiste en una serie de escenas aparentemente inconexas (no se repiten personajes ni localizaciones) en las que alguien encuentra a alguien y le asesina, a veces hay más de un asesino y a veces hay más de una víctima, pero el esquema general es ese. No sabemos nada de víctimas ni de verdugos, apenas hay un diálogo (bastante mínimo y bastante banal) y la cámara siempre nos mantiene relativamente alejados de lo que está pasando a través de preciosos planos secuencia con steadicam. Rodada en Irlanda del Norte en 1988 y estrenada en su división de la BBC, no hace falta hilar muy fino para entender que probablemente su director, Alan Clarke, pretendía hablarnos del IRA, el conflicto irlandés, etcétera, pero creo que la película llega a tratar temas mucho más universales y profundos.

Pese a que podría definirse simplemente como una sucesión de escenas violentas, es imposible ver los cuarenta y pocos minutos que dura la película y no sentir miedo y desolación. Elephant no nos habla de un grupo terrorista, nos habla de personas que matan a otras personas casi de forma mecánica, sin sentir placer ni asco. Elephant trata de una guerra de hombres siendo lobos para el hombre que no tiene pinta de acabar pronto y cómo en cualquier momento te puede llegar la hora de la forma más absurda e inesperada.

(está en youtube por partes y es bastante fácil de descargar, como he dicho, se entiende perfectamente sin subtítulos, esencialmente porque nadie habla)