De los géneros menos valorados, quizás la comedia romántica sea el peor valorado de todos. La obsesión de sus responsables por hacer de las comedias románticas películas que te hagan sentir bien (un bien como el de las canciones de los anuncios o la hamburguesa de un euro del macdonalds, no como uno se siente bien cuando ve Manhattan, una comedia romántica llena de personajes detestables que no pretende hacerte sentir bien en ningún momento) ha llevado a la creación de una fórmula con sus inevitables lugares comunes y con un código moral bastante conservador. En el siglo XXI el género ha intentado renovarse y huir de los convencionalismos a través del retrato de las historias de amor entre personajes outsiders o de mentalidad divergente que no suelen (o solían) protagonizar películas. En los tiempos del individualismo más fuerte, el público ha acudido en masa a ver enamorarse a gente única, desde la subcultura hipster o indie en Alta fidelidad o (500) Días juntos a la gente fea, gorda y deforme de Amor ciego. Sin embargo, esta clase de argumentos ya se han convertido en un cliché más y actualmente si eres arquitecto o músico y te enamoras de la regente de una pastelería puedes tener bien claro que tu realidad no es tal y vives en una comedia romántica.
Castaway on the Moon no es ajena a todos estos tópicos pero, precisamente por ello, es sorprendente lo que se aleja de la sensación de monotonía que suele ofrecer el género. Realizada en Corea del Sur, quizás el país que actualmente mejor combina la calidad con el entretenimiento de masas propio de una cinematografía comercial (soy más bien ignorante en su cine pero es inevitable recomendar dos películas de Bon Joon-ho, Crónica de un asesino en serie y The host), trata de un oficinista deprimido que un día decide suicidarse tirándose de un puente, pero el destino decide arrastrarle a una pequeña isla junto a la ciudad. Su teléfono móvil queda intacto pero no tiene absolutamente a nadie a quien llamar para pedir ayuda así que se queda ahí y comienza una nueva vida a modo de náufrago. Un día es descubierto por una chica agorafóbica a la que le gusta realizar fotografías a través de un telescopio y comienzan a comunicarse por extraños medios.
La trama es bastante previsible (de hecho me he planteado seriamente incluir determinados puntos concretos en este post) pero la humanidad y el surrealismo con el que está tratado crean una película entrañable. Todas las ideas críticas sobre el amor en el sentido tradicional desaparecen cuando ves a estas dos personas curarse mutuamente. No, no es nada especialmente original, pero enamorarse tampoco lo es.
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