domingo, 3 de enero de 2016
a propósito del solitario
Desde noviembre del 2014 he jugado 3431 partidas al solitario klondike de Windows 8 y he ganado 605 de ellas (la foto es un poco antigua), lo que según unos cálculos muy rudimentarios me da unas 8,7 partidas diarias. Las veces que haya jugado antes es un dato que solo podría conocer alguna entidad omnisciente pero recuerdo con mucho cariño la versión incluida en el XP de sobremesa que le compraron a mi hermana por su comunión en el 2002 y que mantuvimos sin conexión a la red durante más de un año por mucho que a mi cerebro de 2016 le cueste entenderlo. También recuerdo jugar de forma regular durante los cursos extraescolares de informática que realicé durante la primaria en los que únicamente aprendí a mecanografiar de una forma que impresiona a desconocidos y les hace pensar que sé mucho más de ordenadores de lo que sé (ni siquiera aprendí a jugar bien al solitario, para eso tuve que esperar hasta primero de bachiller, cuando aprovechaba cualquier distracción del profesor de informática de acento confuso para jugar compulsivamente, actitud que he mantenido hasta el día de hoy).
Ningún videojuego (como muchísimo el Portal y su secuela y desde luego de una manera muy distinta) me ha obsesionado tanto como este ni he pasado tanto tiempo intentando desentrañar los misterios de su funcionamiento. Una simple búsqueda en wikipedia me hace conocedor de Wes Cherry, becario en Microsoft durante la creación del Windows 3.0 en 1990 que programó el juego, no recibió nada de dinero a cambio y aparentemente ahora se dedica a la manufacturación de sidra (!) y de Susan Kare, la diseñadora que creó las icónicas barajas clásicas y que tuvo un gran peso en el primer Macintosh (y que actualmente vende posters de sus diseños por hasta quinientos pavos, por si alguien se siente generoso). Estas dos personas son culpables de mi entretenimiento y podría pasar horas leyendo sobre sus vidas, aunque lamentablemente internet ofrece bastante poca información.
¿Por qué el solitario? Creo que he dado con la respuesta a por qué para mí es tan importante. Mi modo de juego es algorítmico, he estudiado las cartas durante mucho tiempo y actúo de forma mecánica; por supuesto, este algoritmo está lejos de ser perfecto (mi 18% de victorias es triste testimonio de esto) y sufre revisiones periódicas y detenidamente reflexionadas. Por supuesto, no puedo obviar el factor humano: por un lado yerro continuamente e intento mejorar en ese aspecto aunque todo indica que con noventa años seguiré cometiendo errores absolutamente demenciales y, por otro, suelen aparecer dilemas no resueltos por el algoritmo regidor, momentos en los que (aparentemente, probabilísticamente) da igual mover la carta de la derecha o la de la izquierda, momentos en los que es necesario tomar una decisión e intentar no pensar en el camino no tomado sino centrarse en arreglar todo el lío que has formado hasta que no quedan movimientos posibles ni probables y toca empezar de cero otro puzle que probablemente tenga un destino último similar.
Así que sí, como metáfora de la vida me parece que está bastante bien.
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No te tomes blogger a la ligera chaval, es un aviso.
ResponderEliminarP.D.: muy buena entrada.