lunes, 21 de marzo de 2016

a propósito de Creed


Hace solo dos años que Phill Lord y Chris Miller se burlaron de la falta de ideas de Hollywood y los mecanismos que hacen que realizar una secuela de una película de éxito no requiera mucho más que una ingente cantidad de dinero con la magistral Infiltrados en la universidad (ese mismo año Lord y Miller estrenaron también La LEGO película, que suponía una brillante reflexión sobre la posibilidad de ser creativo dentro del "sistema" al mismo tiempo que era, ejem, una película basada en los juguetes de LEGO). Sin embargo, su aproximación ha podido quedarse anticuada por el aluvión de contenido no original que ha llegado a nuestros cines desde entonces, una tendencia que ha llevado a ciertos comentaristas a hablar de si nos acercamos al fin de la hegemonía de la "originalidad", que lleva reinando como mínimo desde el Romanticismo. Para ser honestos, esta discusión lleva ya muchísimos años en el mundo del arte, si bien es bastante obvio que ARCO es mucho menos representativo de lo que está pasando en el mundo que la ceremonia de los Oscar.

(el gráfico viene de la web Stephen Follows, bastante completa para quien le interese el tema)

A mí, más que el posible fin de los guiones originales (una idea que me parece más bien absurda y, en cualquier caso, no demasiado apocalíptica) me interesa la proliferación de un nuevo tipo de adaptación: uno que mezcla secuela, remake (es decir, una adaptación de una película en lugar de serlo sobre una novela o una obra de teatro) y reboot (película que "reinicia" una franquicia, piénsese en lo que hizo Batman Begins con la película de 1989, por ejemplo). Esta idea no es del todo nueva, el primer ejemplo que he sido capaz de localizar ha sido Terroríficamente muertos (Evil Dead II), que en su primera media hora nos cuenta lo ocurrido en Posesión infernal (The Evil Dead) con ligeros pero sustanciales cambios. Otros ejemplos de secuelas que pese a su naturaleza vuelven a contar una historia muy similar al relato original más recientes podrían ser Los Muppets, La cosa (ambas del 2011) o la propia versión del 2013 de Posesión Infernal, que basaba gran parte de su atractivo en la inclusión de variaciones sobre una película que parecía ser la misma, es decir, que había que ver la original a fin no de pillar ciertos guiños o referencias sino la película en sí.

La escalada nostálgica alcanzó una cumbre el año pasado con el estreno de Mad Max: Furia en la carretera, Star Wars: El despertar de la fuerza, Terminator: Génesis (un buen año para los dos puntos en los títulos cinematográficos), Jurassic World y Creed. Estas películas no solo se hicieron sino que todas están entre las 33 películas con más recaudación del 2015, siendo Star Wars y Jurassic World las dos primeras, con unos 1400 millones de dólares entre las dos. Dada la naturaleza revisionista de este género y su enorme éxito (algo que significa que son obras que resuenan en los espectadores del siglo XXI, cualesquiera sean las razones), pienso que resulta muy interesante ver las comparaciones para entender cuánto hemos cambiado como sociedad.

En Rocky (1976) el protagonista homónimo es un italoamericano residente en Philadelphia que sueña con ser boxeador a pesar de que ya está algo mayor para ser descubierto y que trabaja como matón para un usurero local. Su gran oportunidad le llega cuando Apollo Creed, el bravucón campeón de los pesos pesados, una especie de Ali al que puedes odiar, se ve obligado a buscar un nuevo rival para una publicitadísima pelea que conmemorase el bicentenario de los Estados Unidos. En un ardid publicitario se le ocurre que, dada la naturaleza americana de "tierra de las oportunidades", buscaría un boxeador local de escasa proyección que, ¡sorpresa!, resulta ser nuestro Rocky. Pese a lo fantasioso de la trama (aunque tiene similitudes con lo que le pasó a Chuck Wepner), el Rocky original es un melodrama con bastante carga social que se tomó muy en serio el realismo (Susan Sarandon fue rechazada para el papel de Adrian por ser demasiado guapa, un movimiento realmente inaudito hoy en día).

Adonis Creed, protagonista de Creed, por otro lado, es un clase completamente distinta de underdog. Es el hijo ilegítimo del célebre boxeador que hizo famoso a Rocky Balboa, que murió poco antes de su nacimiento y tras la muerte de su madre y unos años pasando por hogares de acogida y reformatorios es adoptada por la mujer de Apollo. Su pasión es el boxeo pese a que es criticado constantemente ya que él no necesita luchar para salir de la pobreza, como tantos otros boxeadores. Cuando se decide a dedicarse a ello por completo se ve obligado a mudarse a Philadelphia ya que en Los Angeles es demasiado conocido. Ahí consigue que le entrene Rocky y consigue hacerse una vida más o menos normal hasta que salta la noticia de su parentesco y consigue una pelea con el campeón del mundo. La fórmula es esencialmente la misma que en la primera película pero resulta admirable la capacidad de los guionistas para cambiar aspectos determinados de la trama de forma que resuene emocionalmente de una forma muy parecida a la de Rocky.

El contexto del 1976 y del 2015 es muy similar: crisis económica, paro, desconfianza en el gobierno... En Rocky el drama nace por la necesidad de movilidad social. Rocky lucha para conseguir una buena vida para él y los suyos y si lucha es, como él mismo dice, porque jamás ha sabido hacer otra cosa. Sin embargo, en Creed se incide constantemente en una idea tan moderna como la de una "vocación", luchar para conseguir tus sueños. Esto se muestra a través de la novia del protagonista, que es música a pesar de su incipiente sordera o del propio Creed. Una generación que no se conforma con trabajar para tener una buena vida sino que necesita hacer de su trabajo una parte importante de su vida. Una generación muchísimo más concienciada con las cuestiones de raza y género. Por último, mientras que el tema de Rocky es la afirmación personal, el "yo puedo", en Creed el conflicto parte de la demostración al Otro , la necesidad de exponer la valía propia frente a los prejuicios de los demás. Algo tan común para la gente nacida después de 1976 como mostrar que puedes tener valor como persona a pesar de haber crecido con muchos más medios que tu padre.

sábado, 12 de marzo de 2016

a propósito de Delfín Asturiano


Ahora que el cine lowcost y el posthumor se han pasado un poco de moda podemos decir que lo más interesante que está pasando en España, al menos a un nivel cultural, es el trap. A grandísimos rasgos (en la wikipedia inglesa hay un artículo bastante bueno sobre historia, características, etcétera) este género nace aquí como una respuesta a un rap alejado de la realidad de los sectores más desfavorecidos; así, el trap en España abraza el reguetón, el flamenco o la música de pachangueo en general con el fin de convertirse en himno de los desposeídos. Como la cultura hip hop de los Estados Unidos o la mitología griega esto tiene unos códigos narrativos comunes bastante sencillos pero potentes: el empezar desde abajo, el amigo que te traiciona, la cazafortunas, el chivato, la prostituta con el corazón de oro, la pena que el dinero ni la fama pueden curar...

En este contexto se produjo a mediados del 2014 una pelea entre D. Gómez (de PXXR GVNG) y NY (de MDE Click) trayendo mucho revuelo entre la comunidad hispana del rap pero, sobre todo, el vídeo en el que un tal Delfín Asturiano contaba el suceso como testigo presencial. En ese vídeo, aparte de hablar sobre la célebre guantá, relata diversos encuentros sexuales, una fiesta en un club al que no dejaron entrar a Jarfaiter por su inapropiado calzado donde Costa se junta con "gatitas de dieciséis" o el propio D. Gómez le propone una canción juntos, algo que rechaza inmediatamente. Cuando me enseñaron el vídeo por primera vez, en el auge de la fiebre PXXR GVNG que se vivía en aquella época en mi ambiente, lo primero que pensé fue algo que uno se ve obligado a decir muchas veces en esta época: ¿esto va en serio?

Su identidad online no para de plantear enigmas. Por un lado su cuenta de twitter, que muestra a un drogadicto pobre [edito: el propio Delfín Asturiano me ha indicado a través de un twit que él de pobre no tiene nada, que es terrateniente], mitad gitano mitad heredero de la dinastía Austria y de tendencias fascistas que se considera una estrella de la música, parece una parodia del trap como tantas otras. No para de reincidir en viejas bromas: que si se deja la droga, que si Mario Conde le debe dinero o Kase O le robó su cuaderno de letras, su amistad y enemistad con el Yiyi, su feminismo extremo... Su cuenta de Youtube (dos cuentas, en realidad, Delfín Asturiano y Delfín Asturiano Canal Auténtico, nada parece indicar que una de las dos sea más auténtica que la otra) incluye decenas de canciones a capella, vlogs en los que analiza la situación del trap español u otros temas satélite, como en su obra maestra Delfín asturiano vs drogas y videoclips (especialmente interesante Lo más nuevo) y, junto con su vídeo porno con la Luisa (es un vídeo porno real, aviso) evidencia la existencia de una persona o muy real o que dedica mucho tiempo de su vida, por no hablar de las repercusiones que puede tener todo esto en su ambiente privado, a una broma que, siendo honestos, no le ríe tanta gente.

Pero no estoy seguro de que tenga que ser una cosa o la otra, no creo que haya una única identidad y mucho menos en el momento en el que vivimos. Es imposible mandar un mensaje al mundo a través de Internet sin pensar en quién lo va a recibir y lo que puede pensar sobre ello. Mucho más absurda es la idea de no modificar el mensaje para agradar a ese público ideal que puede o puede no existir; lo que puede empezar como una broma simple o un comentario inclinado a la malinterpretación puede pasar fácilmente a ser un rasgo de personalidad más a fin de algo tan común y poco criticable como es agradar a los demás. Dudo que gente como Delfín Asturiano o Salvador Raya estén cercanos a los límites de la normalidad intelectual o que sean maestros del engaño que hayan consagrado su existencia a una performance al estilo de Andy Kaufman; más bien suponen un tipo nuevo de persona, una que ha trasladado al plano "real" (o away from keyboard) la clase de ajustes inconscientes que uno realiza sobre sí mismo en Internet.

jueves, 10 de marzo de 2016

a propósito del Asesino del Zodiaco


A finales de los años sesenta se produjeron una serie de asesinatos en el estado norteamericano de California, entre cinco y treinta y siete según la fuente, que se adjudicaron a un supuesto Asesino del Zodiaco (o Zodíaco, ambas valen) de identidad aún desconocida. Sus extraños mensajes cifrados enviados a los periódicos locales, las llamadas a programas de televisión, sus amenazas a los autobuses escolares y sus constantes referencias a la cultura popular le hicieron conseguir una popularidad casi sin precedentes que, junto con su afición a recoger autoestopistas, su ideología basada en el puro odio y el homo homini lupus y su residencia en una zona tan liberal como la de San Francisco le hacen estar ahí arriba en el panteón de eventos que asesinaron el sueño hippie alrededor de 1969, con las actividades de Charles Manson y familia y el concierto gratuito de los Rolling Stone en Altamont en el que los Ángeles del Infierno, contratados como cuerpo de seguridad, acabaron con la vida de Meredith Hunter.

Pero no deberíamos engañarnos, el Asesino del Zodiaco es (o fue) un psicópata fascinante, una personalidad interesantísima y un caso digno de obsesión, pero un asesino en serie más bien mediocre. Cinco víctimas confirmadas es casi una broma y su chulería clamando treinta y siete asesinatos peca de humildad -quizás lo único imperdonable en una ocupación como la suya-. Dejó varios testigos no solo vivos, sino capaces de describir su voz y presencia física con todo detalle. Parece bastante claro que a nuestro Zodiac le interesaba mucho más leer sobre pánico e imitadores o ver a gente por la calle con chapas en las que afirmaban no ser Paul Avery, periodista encargado de su caso, a fin de que la ira del asesino no cayese de forma injusta sobre ellos. Cualquiera que haya profundizado más o menos en su perfil no tiene ninguna duda de su profunda obsesión con la idea de celebridad, esencialmente un concursante de Gran Hermano que tuvo la mala suerte de nacer antes del imperio de la telerrealidad. Si ha sido inspiración de tantas películas (dos especialmente buenas: Harry el sucio -que vio- y Zodiac -que podemos conjeturar sobre si vio-) y consiguió ser imitado por dos asesinos noventeros (Heriberto Seda en Nueva York y el niño de catorce años Ayaka Yamashita en Kobe) que pretendieron un revival frustrado policialmente fue mucho más por su labor de relaciones públicas que por sus habilidades como segador de vidas.

El Asesino vuelve a estar más o menos de moda por ese meme que prolifera en Estados Unidos en las redes sociales (twitter y tumblr sobre todo, dada su cara más festiva, joven e izquierdista, si es que estos rasgos pueden ser separados) sobre su posible identidad: no otro que Ted Cruz, candidato a la presidencia del Partido Republicano eclipsado constantemente por su rival Donald Trump, en los medios españoles al menos. Lo que comenzó como una broma sin demasiado sentido ha terminado con un 38% de los habitantes de Florida creyendo que era posible que Ted Cruz fuese el Zodiaco y un 10% absolutamente convencido de ello. En el artículo que dedica el Washington Post a desmontar esta teoría basándose en ideas como que él nació en 1970 mientras que el primer asesinato confirmado fue en 1968 o que en aquella época vivía en Canadá y no en California se puede leer «A Internet le gusta hacer bromas. [...] Hemos destapado el poder de un mundo interconectado y esto es lo que hemos conseguido.»

Según la fundamental Know Your Meme (que incluye una galería de imágenes bastante graciosa sobre el tema) la primera relación entre Ted Cruz y el célebre asesino data de un twit del catorce de marzo (¡mi cumpleaños!) de 2013; el quince de diciembre del 2015 se creo la página de facebook «Ted Cruz is the Zodiac Killer» y, por fin, una petición de @vrunt logró que la idea apareciese en televisión: las palabras relacionadas con Ted Cruz más buscadas en Google habían sido «Is Ted Cruz the Zodiac Killer?». Yo entiendo la broma como una parodia de los ataques loquísimos de la derecha estadounidense contra Obama, sobre su posible islamismo o su falsa nacionalidad, por ejemplo, pero esencialmente si la cosa ha llegado hasta tales puertos es, definitivamente, porque es extremadamente gracioso que uno de los asesinos más famosos de la historia quiera ser presidente.

En España hemos tenido una idea más o menos en la misma línea sobre el posible o plausible consumo de cocaína por parte del líder de Ciudadanos Albert Rivera, pero de un carácter mucho más suave y relajado. Al fin y al cabo parece raro que alguien dejase de votar a un candidato por lo que haga en su tiempo libre siempre y cuando no interfiera en su trabajo, algo bastante improbable ya que le hemos visto discutir sus ideas numerosas veces en televisión pero nunca robarle las joyas a su madre para poder drogarse. También se ha comparado su figura con la del falangista Primo de Rivera, pero nunca como algo real y siempre como una tontería perpetrada por los sectores con menos gracia de la izquierda. Si nos hemos mantenido tan flojos a la hora de identificar El Mal con nuestros políticos no ha sido, desde luego, porque no disfrutemos del humor de mal gusto o porque no haya gente que elegir. Si no hemos relacionado a Pablo Iglesias con la desaparición de Marta del Castillo o hemos encontrado un parentesco común entre Rajoy y José Bretón es, sencillamente, porque nuestros malvados son mucho más vulgares.

sábado, 5 de marzo de 2016

a propósito de untitled unmastered.


Lleva muchísimos años siendo enormemente popular, pero ya podemos decir de forma oficial que el rap ha dejado de ser un nicho de público. Los cinco discos más escuchados en Spotify el año pasado en Estados Unidos fueron, en orden, obra de Drake, The Weeknd, Fetty Wap, Big Sean y Rae Sremmurd; el verano pasado vimos en los principales festivales españoles a muchos miembros de Odd Future, Yung Lean y los sadboys, Public Enemy (estos de nuevos tienen poco pero bueno), Run the Jewels, Asap Rocky, PXXR GVNG, etcétera. Quiero decir con esto que no hay que estar especialmente metido en el rollo para conocer a Kendrick Lamar (sobre todo después de los doscientos grammys o así que se llevó su To Pimp a Butterfly en la última edición) o saber que ha sacado un nuevo disco de canciones inéditas más o menos precedido sus apariciones en la tele USA llamado, ejem, untitled unmastered.

untitled unmastered. me ha gustado mucho, es decididamente más experimental que su trabajo normal, algo bastante lógico si tenemos en cuenta que Lamar ha decidido no incluir ninguna de estas canciones en algún disco "de verdad". A ratos su música se acerca a las líneas de bajo del funk metal noventero, a un jazz complejísimo que alguien como yo jamás oiría si no estuviese asociado al rapero de moda o a una especie de música easy-listening para ascensores de inspiración más o menos kitsch (un terreno bastante explorado por Tyler, the Creator). No hay ningún King Kunta, claro, pero queda bastante claro que la dirección de esto es perpendicular a la idea del hit y desde el primer minuto se entiende el juego. 

Hay mucha postura aquí, por supuesto. Si hacemos caso al título de las canciones aquí tenemos temas que datan desde el lejanísimo dos mil trece y os juro que no cuesta tanto ponerle un nombre de verdad a una canción. Desde luego tampoco es muy difícil conseguir un diseño sugerente más allá de un minimalismo que está ya casi pasado de moda para la portada o siquiera molestarse en poner mayúsculas. La idea a transmitir es clara: esto viene directamente desde una carpeta de su ordenador hasta nosotros, Kendrick Lamar apenas ha pensado esto y seguramente si tenemos un engendro como este en las tiendas es por culpa de un pérfido empresario blanco que quiere capitalizar la gallina de los huevos de oro.

Solo que esto no es así, claro. A día de hoy, cuando Kanye West ha discutido largo y tendido sobre cada aspecto posible de su aún sin edición física The Life of Pablo -derrumbándose varias veces por el camino- en cientos de twits que representan en gran medida lo mejor que me ha pasado este año, no decir nada es decir muchísimo. Dos mensajes en su cuenta de twitter y la promesa de un disco en el que las canciones no están ni arregladas para lucir, directamente desde el cajón de "posibles" hasta tu plataforma de escucha predilecta en tiempos de ochenta productores por disco y publicidad más allá de lo molesto en Spotify es algo más una especie de juego de mercadotecnia basado en la psicología inversa; en manos de una de las grandes estrellas de la música actual es un movimiento casi revolucionario.