sábado, 5 de marzo de 2016

a propósito de untitled unmastered.


Lleva muchísimos años siendo enormemente popular, pero ya podemos decir de forma oficial que el rap ha dejado de ser un nicho de público. Los cinco discos más escuchados en Spotify el año pasado en Estados Unidos fueron, en orden, obra de Drake, The Weeknd, Fetty Wap, Big Sean y Rae Sremmurd; el verano pasado vimos en los principales festivales españoles a muchos miembros de Odd Future, Yung Lean y los sadboys, Public Enemy (estos de nuevos tienen poco pero bueno), Run the Jewels, Asap Rocky, PXXR GVNG, etcétera. Quiero decir con esto que no hay que estar especialmente metido en el rollo para conocer a Kendrick Lamar (sobre todo después de los doscientos grammys o así que se llevó su To Pimp a Butterfly en la última edición) o saber que ha sacado un nuevo disco de canciones inéditas más o menos precedido sus apariciones en la tele USA llamado, ejem, untitled unmastered.

untitled unmastered. me ha gustado mucho, es decididamente más experimental que su trabajo normal, algo bastante lógico si tenemos en cuenta que Lamar ha decidido no incluir ninguna de estas canciones en algún disco "de verdad". A ratos su música se acerca a las líneas de bajo del funk metal noventero, a un jazz complejísimo que alguien como yo jamás oiría si no estuviese asociado al rapero de moda o a una especie de música easy-listening para ascensores de inspiración más o menos kitsch (un terreno bastante explorado por Tyler, the Creator). No hay ningún King Kunta, claro, pero queda bastante claro que la dirección de esto es perpendicular a la idea del hit y desde el primer minuto se entiende el juego. 

Hay mucha postura aquí, por supuesto. Si hacemos caso al título de las canciones aquí tenemos temas que datan desde el lejanísimo dos mil trece y os juro que no cuesta tanto ponerle un nombre de verdad a una canción. Desde luego tampoco es muy difícil conseguir un diseño sugerente más allá de un minimalismo que está ya casi pasado de moda para la portada o siquiera molestarse en poner mayúsculas. La idea a transmitir es clara: esto viene directamente desde una carpeta de su ordenador hasta nosotros, Kendrick Lamar apenas ha pensado esto y seguramente si tenemos un engendro como este en las tiendas es por culpa de un pérfido empresario blanco que quiere capitalizar la gallina de los huevos de oro.

Solo que esto no es así, claro. A día de hoy, cuando Kanye West ha discutido largo y tendido sobre cada aspecto posible de su aún sin edición física The Life of Pablo -derrumbándose varias veces por el camino- en cientos de twits que representan en gran medida lo mejor que me ha pasado este año, no decir nada es decir muchísimo. Dos mensajes en su cuenta de twitter y la promesa de un disco en el que las canciones no están ni arregladas para lucir, directamente desde el cajón de "posibles" hasta tu plataforma de escucha predilecta en tiempos de ochenta productores por disco y publicidad más allá de lo molesto en Spotify es algo más una especie de juego de mercadotecnia basado en la psicología inversa; en manos de una de las grandes estrellas de la música actual es un movimiento casi revolucionario.


4 comentarios:

  1. "un minimalismo que está ya casi pasado de moda para la portada o siquiera molestarse en poner mayúsculas."
    Es muy fácil ponerle mayúsculas a los títulos de las canciones pero a los de blogspot cuesta mucho, no chaval?

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    Respuestas
    1. era irónico... las minúsculas forman parte de mi aesthetic y no espero que lo entiendas.

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    2. era irónico... las minúsculas forman parte de mi aesthetic y no espero que lo entiendas.

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    3. Ya veo que a parte del rasero, los comentarios también los tienes doble.

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