lunes, 22 de febrero de 2016

a propósito de ¡Ave, César!


Dos propósitos vitales: realizar una edición crítica comentada de las obras completas de Yung Beef y escribir un libro sobre los hermanos Coen. Los Coen llevan desde los años ochenta haciendo películas que descolocan persistentemente a sus espectadores, incapaces de saber qué clase de historia van a ver, al tiempo que tratan de forma coherente en todas sus películas algo tan poderoso como el desamparo del Hombre ante su propia estupidez, la casualidad, el destino o, en fin, lo Transcendente. Desde el narrador de El gran Lebowski creyendo que está viviendo un western hasta la revisión posmoderna del libro de Job que hicieron en Un tipo serio, su obra está dedicada a la belleza de un sentimiento tan común como es "no entender nada".

¡Ave, César! es una película religiosa, hasta católica aunque sus autores sean judíos y parezca que creen mucho más en el poder de Satanás que en el de Dios; el único problema es que en 2016 es un poco complicado, y hasta blasfemo, hablar de divinidad sin tratar del poder de otras narrativas tan potentes como el comunismo o la mitología del Hollywood clásico. De hecho, yo pensaba que la película quería reflejar lo complicado que resulta tratar el tema en un medio que, a diferencia de la pintura o la poesía mística, está basado en la colectividad, en el que trabajan cientos de personas y cuya realización cuesta millones de dólares. Mi interpretación venía de una cita que hacía el narrador de ¡Ave, César! (la película dentro de la película) en la que exponía que el Imperio Romano se extendía desde la península ibérica, al oeste, hasta Alejandría, al este. Yo pensaba, por alguna deficiencia en mi educación primaria, que Alejandría, que efectivamente situaba en Egipto, no estaba TAN al este como para significar un límite imperial.

Este momento, que sucede en los primeros cinco minutos de la película, me llevó por un camino de interpretación que ahora, a la vista de los hechos, cojea completamente: ¡Ave, César! (la película dentro de la película), que en un momento dado es considerada como una segunda Biblia en cuanto a su influencia, falla hasta en los datos geográficos más básicos al igual que ¡Ave, César! (la película) fallará irremediablemente en su intento de mostrar la espiritualidad, ya sea por lo imperfecto de la cinematografía o por el muy antiguo problema de lo inefable. Vi la película como una obra que reflexionaba constantemente sobre su propia ineficacia y encontré en todo momento pruebas (ahora circunstanciales) que sustentaban mi punto de vista igual que cuando descubres una palabra empiezas a darte cuenta de que, de repente, todo el mundo la estaba usando.

Ahora no sé qué pensar.

2 comentarios:

  1. ¿El "Ave Cesar" de las mujeres proviene del latín "ruegame mas"?
    Buen post.

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    1. Me parece improbable pero la etimología es una ciencia compleja.
      ¡Gracias!

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